Noches de nifia; siempre en su costado, 
como lluvia en la lluvia, iba y venía. 
Un levántate escondo, como Lázaro 
que arrebatan de madre en piedra tibia.
No alcancé a ser su sangre: sólo el pálido 
néctar que la nutrió y empobrecía. 
Yo era un bulbo profundo: allí llegaron 
por las venas auroras encendidas.
Y había de nacer: antes descanso 
me procuró en sus fosas sumergidas.
Martirio que inminente me signaba 
y en profundos laureles me ceñía.
Que yo quiero esta vez madre sin labios, 
duro pecho que no traspasaría.
Me gesto ancíana y nifia para el mármol,
alud rojizo, cicatriz de orillas.
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