Roger Wolfe

Roger Wolfe es un escritor de origen inglés, nacido en el condado de Kent el 17 de octubre del año 1962. A la edad de cinco años, su familia se mudó a España, donde reside actualmente, y allí estudió hasta el año 80. En ese momento, regresó al suelo británico para formarse a nivel universitario y aprender el idioma francés. Su obra literaria suele estar encasillada en el marco del realismo sucio, un movimiento de origen norteamericano que comenzó en la década del 70, con la intención de tomar tan sólo los componentes fundamentales a la hora de escribir narrativa. Por otro lado, el autor asegura que se siente más identificado por la opinión de Juan Miguel López, un crítico que definió su obra como neorrealismo en una tesis que realizó acerca de Wolfe. Asimismo, en respuesta a las reiteradas comparaciones con Charles Bukowski, señala que si bien es cierto que se trata de un escritor cuyo legado le sirvió de base para su propio desarrollo, él ha recorrido un camino propio, diferente, y que sólo acabará cuando muera.
Se pueden mencionar su poemario "El arte en la era del consumo", su novela "El índice de Dios" y su ensayo "Todos los monos del mundo". Contamos con una completa selección de sus poemas, donde resalta "El extranjero".

Poemas de Roger Wolfe

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Roger Wolfe:

A ninguna parte

Los pensionistas hablan de trombosis
en los autobuses
o aguardan el final
en los bancos de los parques públicos
entre mierda de palomas y jeringas
ensangrentadas,
o me paran en la calle
ante escaparates llenos de electrodomésticos
para preguntarme la hora
e interesarse por la raza de mi perro.
Son las cinco de la tarde y todo
en la ciudad apesta a muerte.
Sé que es inútil. Llegar a casa,
ponerme aquí delante y redactar
quince o veinte líneas, qué más da,
esta especie de salvoconducto
a ninguna parte.

El extranjero

Me asomo a la terraza.
Una mujer se arregla el pelo
delante de un espejo
en el edificio de enfrente
de mi casa.
Estaba leyendo
a Dostoyewski. Cierro el libro,
lo dejo encima de la mesa,
me siento y abro
otra cerveza. Qué aburrido,
Dostoyewski, la cerveza,
las mujeres, los libros,
los espejos. Qué aburrido
sentarse y esperar la muerte
mientras la gente fornica,
come, trabaja o se solaza
bajo el sol sucio de septiembre,
y uno sabe, positivamente,
que nada va a ocurrir.

El pasado es un país lejano

Me llama. Está
borracho. Un poco
borracho; la lengua
le patina, y me imagino
su babosa, su estúpida sonrisa.
Quiere a toda costa conseguir
un gramo, medio gramo,
lo que haya.
Está en la casa
de una chica a la que dije:
«No sé muy bien cuándo será.
Pero tú y yo joderemos.»
¿De verdad lo dije?
Muchas veces es así:
digo, dije, algo, lo que sea,
cualquier cosa,
qué más da.
Oigo su voz al fondo.
«Dile que si viene o no.
O cuelga.»
Supongo
que estarán solos en casa.
El marido fuera.
Hay un tercero. Alguien
que se llama Rafi.
«¿Rafi? No lo conozco.»
«¿Que no lo conoces?
¿Así que no te acuerdas, en la fiesta,
la famosa fiesta,
coger a un tío por el cuello
y soltarle que menuda
mariconada de camisa?»
No. No lo recuerdo.
Yo no recuerdo nada.
Pausa. «Entonces
será mejor mandarte
directamente a la mierda
y colgar este teléfono.»
No follarán.
Él es impotente, o feo,
o estrábico, o imbécil,
o sabe Dios qué.
En cuanto a mí,
la única vez que vi sereno a aquella tipa
sentí lo que se siente siempre:
asco. O más bien pena.

El crítico y la margarita


Tú sí
tú no
tú sí
tú no
tú sí
tú no
tú sí
tú no
tú sí
tú no...
y en cuanto a ti
no sé
mejor será
que espere
a ver
qué dice
la competencia,
no vaya a ser
que a estas alturas
me coma
algún marrón.

Música de recámara

Ha puesto a Bach
en el cassette. Me ha dicho
que se iba a ver a unas amigas
-un favor, me ha recordado, que le debe
a no sé quién-. Yo leo un libro,
fumo; el cenicero
está sobre la colcha.

He apagado todas
las luces de esta casa. Y al volver
-los pies desnudos sobre el mármol-
de la cocina, en una mano el café,
el ascua roja del cigarro en otra,
me he detenido, como con miedo, casi,
a escuchar el latido acompasado
de mi corazón.

El vaso

Siéntate
a la mesa.
Bebe un vaso
de agua. Saborea
cada trago.
Y piensa
en todo el tiempo
que has perdido.
El que estás perdiendo.
El tiempo
que te queda por perder.