Mella

Roberto Echavarren

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No me habría detenido en ti si no hubieras estado
al final de la avenida junto al kiosco de tiro al
blanco
donde pasan en correa patos de metal. Hiciste
mella en uno.
Fuimos al tren fantasma; en cada curva saltaban
los muertos.
Tus dientes con luz negra se enhebran fosforescentes.
De repente no sé si hablamos o estuvimos callados,
qué hicimos tan bien sin darnos cuenta.
Sigo leyendo sin saber si estoy acompañado o
estoy solo
el contrapunto de ocurrencias de tu cuerpo,
curso acelerado donde me devano
por descifrar la trama de sucesos.
La medalla sólo me llevó días enteros.
Puedo comenzar con tu cuerpo, tazas del cielo
por donde se descuelga una línea hasta los talones
y plantas encallecidas, que al besar invertidas
me dejan perplejo de que te hayan sostenido tan
rudamente.
Cola, grupa, lugar del mastelero, levantada
esperando ¿qué?
consagración de las primeras lluvias:
tu Valparaíso, enorme boca de la bahía pacífica.
Había terminado la serenata y no nos habíamos
dado cuenta;
ahora en silencio seguíamos tan acompañados
como antes
las historias tejidas por un enigma al desplegarse;
cordón de dijes tirante sobre tu cuello ancho:
resalta un cuerno, una lámina sin nombre, una
raqueta
de hilo de cobre entretejida con varios interiores
flexibles donde hundo el dedo y sacas la lengua
ex abundantia cordis. Me clava
el triángulo pintado en tu espalda
blanco sobre negro con un ojo negro sobre el blanco.
Fumo tus cigarrillos y pito mariposa blanca
alrededor de tu cabeza; página tras página va
cayendo,
indecisa, interrumpida cabeza de toca blanca
acogida a los golpes de la habitación contigua
contra el fondo verde luz de una tapa
en la antesala de la biblioteca.
Tu canasto, por no decir entrepierna
lisa, oscura de patchouli, por donde empieza la
curva
hasta el cráneo, cuadrado dije de jade:
aunque no queden dichas tus formas, al menos
aludidas,
me despido pero tú estás de nuevo.
Lo simbolizado se reduce a una visión interior,
quiero decir desde tus adentros:
mella en las paredes de la gruta.

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Comentarios4
  •  
    argantonio Podría haberse ahorrado la segunda
    parte del poema que parece una
    confusa redundancia, es festiva
    la entrada a esa feria, y el paseo
    en ese tren del infierno y de la
    muerte no deja de ser una broma
    por donde asoman unos fantasmas
    que me tienen envidia por mi buena
    suerte.
  •  
    Evelio Pereira Salgado
    Descifrar este trama de sucesos, comprendidos de tantos hilos y de historias tejidas por el enigma de ese lenguaje figurado.
    No es cosa fácil.
    Lo único que comprendí según tu visión interior, de que las paredes de esa gruta, seguirán mellando el pretendiente filo.

    complicado pero bonito.

    eveliopereira@gmx.de
  •  
    Rafael Merida Cruz-Lascano He leído la aportación, con una muy interesante y singular forma de escribir. me interesó, y me la quedo para una segunda lectura.
    Gracias.


    Rafael Mérida.
  •  
    felipe gonzalez mer Roberto Echavarren

    Tu musa logró hacer mella en ti,
    creaste en bello poema,
    todavía bajo efectos impactantes.
    El amor llega, cuando
    y donde menos se espera...
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