Ricardo Yáñez

Ricardo Yáñez es un escritor mexicano nacido en la ciudad de Guadalajara en el año 1948. Además de la creación poética, ha dedicado muchos años de su vida al periodismo y la promoción cultural; cabe mencionar que ha dirigido talleres de escritura en muchas regiones de su país. Por otro lado, también se ha entregado a la docencia, tanto en escuelas secundarias y terciarias como en cursos de materias artísticas; no sólo ha cultivado la técnica y la riqueza necesarias para expresarse a través de los versos, sino que ha querido compartir esa experiencia con muchas personas, de una forma cercana y práctica, invitándolas a acercarse a las letras.
Como poeta, Yáñez juega con las palabras, con el arte; asegura que el camino hacia el poema es producto de encontrar un balance entre lo positivo y lo negativo, entre la felicidad y la amargura, entre la vida y la muerte. A lo largo de su carrera ha sido reconocido en numerosas ocasiones, como ocurrió en agosto del año 2011 en México, donde se le rindió un homenaje por haber recorrido sus primeros 40 años de poesía. Entre sus poemarios, destacan "Ni lo que digo", "Antes del habla", "Novedad en la sombra" y "Nueva escritura sumaria".

Poemas de Ricardo Yáñez

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Ricardo Yáñez:

No me detengas...

No me detengas, Amor, la mano
cuando a la espina de tu rosa acerca
su torpeza impoluta.
Es que quiere sangrar con tu color.
Es que quiere herir de tu esperanza.
Amor, no por su daño temas, se lo busca.
Amor, no la detengas, que es su vida.

No dejes...

No dejes, pero no impidas, que se vaya el colibrí.


(Del libro de reciente aparición Estrella oída,
coeditado por El Aduanero y la UAM Azcapotzalco.)

Como el granado

Como el granado
con sus granadas
tú contigo
platicando


(Del libro de reciente aparición Estrella oída,
coeditado por El Aduanero y la UAM Azcapotzalco.)

Ni lo que digo

El amor es esa estrella filosa
y el desamor quién sabe qué carajos
pero yo no soy yo
ni este aire mi aire
Es un tambor el miedo
y la paz un tejido frecuentado
pero en mi corazón hay un cangrejo
y alguien está torciendo mi pescuezo
¿Qué es el atole blanco?
¿Qué los cigarrillos faros?
Pero a quién le interesan esas cosas
cuando uno se muere de sí mismo.

¿Qué son los huevos fritos, por ejemplo?
¿Qué son los buenos días?
Los vecinos arrían la bandera
de la felicidad, pero quién se los festeja?
quién se los critica?
Sólo los que se aman los comprenden.

Se está tirando el bóiler. Hay que apagarle.
Se encordó este reloj. Hay que arreglarlo.
Hizo frío por la noche.
No lo olvides.

A veces es una araña la palabra amar
una araña en las vigas de la casa
y uno es la mosca la tonta mosca
A veces el amor es una aspirina
vieja olvidada en el botiquín
y uno no el dolor de cabeza sino el aburrimiento
A veces el amor es una botella de tequila
escondida en el fondo del ropero
y uno la mano oscura y el trago rápido.

Si me emborracho pienso en ti.
Si me viene el amor a las palabras, a los ojos, al llanto
a los cigarrro alas, al tequila sauza,
¿en quién voy a pensar?
Hay un Ricardo Yáñez que me pega, que todo el día me pega,
y hay un Ricardo Yáñez que te ama. Ese es el bueno.

Poema

Tenemos que rodear este tiempo de pájaros, dijo la prima Eva,
que sabía
de la inutilidad de todo esfuerzo, por lo cual
-ella agónica- me sorprendió. ¿Te acuerdas que
reía?, musitó
como en fiebre
y fue cuando el relámpago partió en dos su árbol.
Partía ella
hacia el fondo de sí, hacia la sangre
ya nunca apresurada. Nadie muere después de nadie.
Nadie -le
iba yo diciendo
desde el avión- vive, después de todo. Vamos, pues,
como dices
a rodear
esta espuma de pájaros, esta risa que dices que
reías
y consolémonos de tu adiós con el fuego de tu aún
estoy llegando

Bebiera un día

Bebiera un día
la estrella de mi sueño
el que seguía
Bebiera un día
el venado del agua
voz herida
Bebiera un día
el tiempo de lo eterno
que ya perdía
Bebiera un día
las palabras del agua
a mediodía