Balada del despierto

Ricardo Dávila Díaz Flores

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Tengo sueño pero nunca duermo.
Te miro.
Duermes a mi lado.
Ronroneas bajito y haces ruidos de ángel.
De pronto despiertas,
tus brazos se abren en un largo bostezo.
Mis manos pasan por tu cuello y tú preguntas.
No hablo, sigo leyendo tu cuello.
Te miro sin cansarme.
Tomas mi mano y desenredas tu silencio con la orilla
de mis dedos.

Comienza a hablar tu respiración,
tú lenguaje de gestos y suspiros.
Te mueves como si te acariciara un aire lento.
Te recuestas otra vez y me hundes en tus labios, lentamente.
Te acaricio el rostro como si en él latiera el corazón del mundo,
mientras tus ojos, lentos, guardan la luz dentro de tu alma.
“No te duermas”, me dices
con una voz que viene desde lejos;
y yo te lo prometo,
te prometo que no voy a dormirme,
y aún cuando caes dormida,
te lo sigo prometiendo.

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