La consigna es: fusilar
palabras, en detrimento
                    -o quizá provecho
de nuestro 'rico lenguaje',
romperle el sexo al verbo,
descodificar el caos,
asestarle en suma
un golpe
                           en el trasero
                                                  a lo sublime.
Volver a Otoniel Martínez
