Medardo Ángel Silva

Medardo Ángel Silva nació el 8 de junio de 1898 en Guayaquil (Ecuador) y falleció el 10 de junio de 1919. Fue un poeta vinculado al Modernismo que perteneció a la llamada Generación Decapitada y se lo considera una de las figuras fundamentales del modernismo ecuatoriano.
Siendo todavía pequeño quedó huérfano de padre y su madre se mudó a una calle que estaba ubicada cerca del cementerio; se dice que cada tarde Medardo se sentaba en la puerta de su casa para ver desfilar los entierros rumbo al cementerio y que esto lo motivó a dedicarse a la escritura.
Pero no sólo se dedicó al cultivo de las letras, sino que también fue compositor y al igual que sus poemas, sus canciones tuvieron un gran recibimiento por parte del pueblo.
Pese a que sus primeros poemas fueron rechazados por los periódicos de la época, lentamente Medardo fue consiguiendo su espacio; cabe destacar de su persona que, por falta de recursos, debió dejar la educación, sin embargo no dejó de aprender, convirtiéndose en un maestro escolar que había aprendido de forma autodidacta.
Sus grandes maestros fueron Paul Verlaine, Arthur Rimbaud, Rubén Darío y Amado Nervo.
Entre sus obras más destacadas podemos señalar "El árbol del bien y del mal". En nuestra web puedes leer algunos de sus poemas, como "Se va con algo mío" y "Ofrenda a la muerte".

Poemas de Medardo Ángel Silva

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Medardo Ángel Silva:

El alma en los labios

Para mi amada



Cuando de nuestro amor la llama apasionada,
dentro de tu pecho amante contemples extinguida,
ya que sólo por ti la vida me es amada,
el día en que me faltes me arrancaré la vida.

Porque mi pensamiento lleno de este cariño,
que en una hora feliz me hiciera esclavo tuyo,
lejos de tus pupilas es triste como un niño,
que se duerme soñando en tu acento de arrullo.

Para envolverte en besos quisiera ser el viento,
y quisiera ser todo lo que tu mano toca;
ser tu sonrisa, ser hasta tu mismo aliento,
para poder estar más cerca de tu boca.

Vivo de tu palabra y eternamente espero,
llamarte mía como quien espera un tesoro.
Lejos de ti comprendo lo mucho que te quiero,
y besando tus cartas ingenuamente lloro.

Perdona que no tenga palabras con que pueda,
decirte la inefable pasión que me devora;
para expresar mi amor solamente me queda,
rasgarme el pecho, Amada, y en tus manos de seda,
dejar mi palpitante corazón que te adora.

Lo tardío

Madre: la vida enferma y triste que me has dado,
no vale los dolores que te ha costado;
no vale tu sufrir intenso madre mía,
este brote de llanto y de melancolía.
¡Ay! ¿Por qué no expiró el fruto de tu amor,
así como agonizan tantos frutos en flor?

¿Por qué, cuando soñaba mis sueños infantiles,
en la cuna, a la sombra de las gasas sutiles,
de un ángulo del cuarto no salió una serpiente
que al ceñir sus anillos en mi cuello inocente,
con la flexible gracia de una mujer querida,
me hubiera librado del horror de la vida?

¡Más valiera no ser a este vivir de llanto,
a este amasar con lágrimas el pan de nuestro canto,
al lento laborar del dolor exquisito,
del alma ebria de luz y enferma de infinito!

Se va con algo mío...

Se va con algo mío la tarde que se aleja...
mi dolor de vivir es un dolor de amar,
y al son de la garúa, en la antigua calleja,
me invade un infinito deseo de llorar.

Que son cosas de niño me dices... ¡Quién me diera,
tener una perenne inconciencia infantil,
ser del reino del día y de la primavera,
del ruiseñor que canta y del alba de abril!

¡Ah, ser pueril, ser puro, ser canoro, ser suave
trino, perfume o canto, crepúsculo o aurora;
como la flor que aroma la vida... y no lo sabe,
como el astro que alumbra las noches... y lo ignora!

Ofrenda a la muerte

Muda nodriza, llave de nuestros cautiverios,
Oh, tú que a nuestro lado vas con paso de sombra,
¡Emperatriz maldita de los negros imperios,
¿cuál es la talismánica palabra que te nombra?

Puerta sellada, muro donde expiran sin eco
De la humillada tribu las interrogaciones,
Así como no turba la tos del pecho hueco
La perenne armonía de las constelaciones...
Yo cantaré en mis Odas tu rostro de mentira,
Tu cuerpo melodioso como un brazo de lira,
Tus plantas que han hollado Erebos y Letheos.

Y la serena gracia de tu mirar florido
Que ahoga nuestras almas, exentas de deseos,
En un mar de silencio, de quietud y de olvido.

La ronda de noche

Rueda como una lágrima en la atmósfera fina,
la voz del campanario antiquísimo: la una...
y su eco pasa, leve como una ave marina,
sobre los techos blancos de escarcha de la luna.

Finge una lanzón la antigua torre de San Alejo,
a cuyo extremo brilla, temblando una estrellita...
húmedos callejones... Casas de tiempo viejo,
con ventanas que el viento, como un ladrón, agita...

Una copla canalla tiembla en el aire puro...
guiña un farol, su guiño se refleja en el muro
y hace mayor el duelo de los sucios portales...

El paso de la ronda se pierde en la calleja
y el rumor de las ramas, en la penumbra, deja
épicas remembranzas de días coloniales.

Ojos africanos

Ayer miré unos ojos africanos
en una linda empleada de una tienda.
era ojos de noche y de leyenda
eran ojos de trágicos arcanos..
.
Eran ojos tan negros, tan gitanos,
vagabundos y enfermos, ojos serios
que encierran cierto encanto de misterios
y cierta caridad con los hermanos---

Ayer miré unos ojos de leyenda
en una linda empleada de una tienda
ojos de huríes, débiles, huraños.

Quiero que me devuelva la mirada
que tiene su pupila aprisionada
con el lazo sutil de sus pestañas.

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Medardo Ángel Silva Contexto histórico

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