Luis García Montero

Luis García Montero nació en Granada, España, en 1958 y reside actualmente en Madrid. Ha sido galardonado con los más importantes premios de poesía, como lo son el Adonáis, el Loewe y el Nacional de Literatura. Es una de las figuras más destacadas de la llamada poesía de la experiencia, la cual se caracteriza por presentar una composición cercana donde priman la cotidianidad y la inmediatez. Cabe mencionar que es una persona sumamente sencilla quien, pese a ser uno de los más destacados poetas de la actualidad española, no parece dar mucha importancia a su fama y se presenta de una forma cercana y cálida. Participa de muchos recitales y además forma parte del Jurado del Premio Internacional de Poesía Generación del 27, uno de los más prestigiosos de habla hispana.
Además de cultivar el género lírico, es autor de dos novelas y diversos ensayos, entre los que se pueden destacar "No me cuentes tu vida", una novela en la que podemos apreciar el lirismo narrativo de Montero, y "Gigante y Extraño", un interesante análisis a la poesía de este destacado poeta granadino. Algunos de sus poemas más reconocidos son "A Federico, con unas violetas", "Completamente viernes" y diversas canciones como "La canción deshojada".

Poemas de Luis García Montero

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Luis García Montero:

Completamente viernes

Por detergentes y lavavajillas,
por libros ordenados y escobas en el suelo,
por los cristales limpios, por la mesa
sin papeles, libretas ni bolígrafos,
por los sillones sin periódicos,
quien se acerque a mi casa
puede encontrar un día
completamente viernes.

Como yo me lo encuentro
cuando salgo a la calle
y está la catedral
tomada por el mundo de los vivos
y en el supermercado
junio se hace botella de ginebra,
embutidos y postre,
abanico de luz en el quiosco
de la floristería,
ciudad que se desnuda completamente viernes.

Así mi cuerpo
que se hace memoria de tu cuerpo
y te presiente
en la inquietud de todo lo que toca,
en el mando a distancia de la música,
en el papel de la revista,
en el hielo deshecho
igual que se deshace una mañana
completamente viernes.

Cuando se abre la puerta de la calle,
la nevera adivina lo que supo mi cuerpo
y sugiere otros títulos para este poema:
completamente tú,
mañana de regreso, el buen amor,
la buena compañía.

El amor

Las palabras son barcos
y se pierden así, de boca en boca,
como de niebla en niebla.
Llevan su mercancía por las conversaciones
sin encontrar un puerto,
la noche que les pese igual que un ancla.

Deben acostumbrarse a envejecer
y vivir con paciencia de madera
usada por las olas,
irse descomponiendo, dañarse lentamente,
hasta que a la bodega rutinaria
llegue el mar y las hunda.

Porque la vida entra en las palabras
como el mar en un barco,
cubre de tiempo el nombre de las cosas
y lleva a la raíz de un adjetivo
el cielo de una fecha,
el balcón de una casa,
la luz de una ciudad reflejada en un río.

Por eso, niebla a niebla,
cuando el amor invade las palabras,
golpea sus paredes, marca en ellas
los signos de una historia personal
y deja en el pasado de los vocabularios
sensaciones de frío y de calor,
noches que son la noche,
mares que son el mar,
solitarios paseos con extensión de frase
y trenes detenidos y canciones.

Si el amor, como todo, es cuestión de palabras,
acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma.

A Federico, con unas violetas (II)

                              y recuerdo una brisa triste por los olivos
                                                                                          F. G. L.



Después
de la prisa cansada de los últimos trenes
nada vuelve. Sólo queda
tu rostro sobre Broadway
y es difícil, de tanta soledad,
cerrar los ojos sin dudar que existes.

Absurda
esta lengua de fuego que parte el horizonte,
que se extiende indomable sobre los corazones,
multiforme y herida,
que revienta y parece
la sonrisa forzada de una máscara rota.

Sola
la ciudad se disfraza en un escalofrío
y sus ojos te apuntan
lineados y ciegos
como un rastro de dientes que se olvide en los hombros.

Entonces
el alcohol es la sangre que desnuda los labios,
porque viene la noche,
porque llega la muerte sobre un brazo doblado
para dejarte a solas con tus años.

Triste por los olivos,
mientras Harlem entorna sus ventanas,
el tiempo es una brisa que ya nadie recuerda.

Y mirarse a los ojos

Han pasado los vientos
y mirarse a los ojos no es sencillo.

Vivir esta ciudad
es pisar un jardín de tachaduras,
la presencia infectada de lo que ya no existe,
de lo que fue recinto del invierno
o refugio del sol,
teatro de las lluvias y de los conocidos.

Recorrer la memoria de las habitaciones
es provocar la niebla del interrogatorio.
Y no deben hablar, pero se anulan
en un silencio turbio
que delata el pasado de las sombras pacíficas,
los cristales hirientes por donde pisa el orden,
las botellas guardadas en mensajes vacíos.

Porque apago las horas
con el interruptor de los olvidos
y retumban los pasos en el sótano.
Imagínate tú, la habitación,
las llaves en la puerta,
los tacones que cruzan el pasillo,
la cremallera seca
y el cuerpo que no ofrece libertad,
sino cansancio,
calor de más, excusas previsibles.
Así llegan los sueños,
mártires descentrados de un corazón maniático.

Han pasado las leyes del honor y la vida,
las mejoros palabras,
y mirarse a los ojos no es sencillo.

Quién eres tú?

Se deshizo la luz,
equivocó su horario por dejarte desnuda,
desdibujó tus ojos mientras me sonreías.

mientras me soreías
vi una sombra inclinada desvestirse,
abrir la cremallera despacio del silencio,
dejar sobre la alfombra
la civilización.

Y tu cuerpo se hizo dorado y transitable,
feliz como un presagio que nos enfurecía.

Que nos enfurecía.
Solamente nosotros
(camaradas
de una cama ruidosa) y el deseo,
ese difícil viaje de ida y vuelta,
que haora insiste y me empuja a recordarte

alegre, levantada,
un relámpago abierto entre los ojos,
recogiendo tu falda de joven colegial.

Mientras me sonreías,
yo me quedé dormido
en las manos de un sueño que no puedo contarte.

En llamas

A Jon Juaristi

Canciones que no pueden ser cantadas,
banderas que me manchan con su sangre las manos,
libros oscurecidos por el tiempo,
plazas que sólo existen en las fotografías.

Como el águila vivo
en un bosque incendiado.
El brillo de mis ojos es de llamas extrañas.
Me persiguen las ascuas de una luz enemiga.

Y vuelo, vuelo,
sin un lugar a salvo, sin poder detenerme.