Luis Alvarenga

Luis Alvarenga es un escritor, profesor y filósofo oriundo de El Salvador, nacido en el año 1969. Antes de cumplir los veinte años ya había participado del taller de literatura conocido como Xibalbá y poco tiempo más tarde se ocupó de la redacción y supervisión de las publicaciones culturales de un periódico. Con respecto a su formación académica, se decantó por la Filosofía, primero licenciándose en el año 2004 y un tiempo después haciéndose con el doctorado. En la misma facultad donde se recibió y especializó, dicta clases desde hace ya más de 6 años, y también está a cargo de una revista publicada por la institución. Cabe mencionar que ha incursionado en más ocasiones en el mundo editorial y periodístico, con muy buenos resultados.
Alvarenga comenzó a publicar libros en la década de los 90, y ha cultivado la poesía y la investigación. Algunos de sus títulos destacados dentro del primer género mencionado son los poemarios "Libro del sábado" y "Otras guerras". De sus ensayos resalta "El ciervo perseguido. Vida y obra de Roque Dalton". Por otro lado, muchas de sus poesías figuran en varias antologías y él mismo ha editado a otros autores, tales como Pedro Geoffroy Rivas y Claribel Alegría.

Poemas de Luis Alvarenga

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Luis Alvarenga:

El ángel

A Silvia y Delia, en lo que aún no nos perece


Abierta está el arca:
Se renueva el rito de manos enlazadas.
Es noviembre.
Vi tierra nueva al ver
fijamente a tus ojos.

*
Hablábamos, entonces, de los días ya idos,
en los que tú hollabas suavemente,
lo suficiente como para conmocionar
a los peces del abismo.
Una encendida novedad nos agitaba.
Descubríamos el imperio del pectoral
el pozo donde nacía
un segundo corazón.
Eran tiempos de alegre hambre, creo.
En el azar venía también el momento del vacío,
el desfiladero que nos aterrorizaba,
pero al cual volvíamos
con alas de abeja.
Venías y me dabas flechas antes de volver a irte.
Yo cruzaba de nuevo el Río del Olvido.

*
En la luz descubro que los fantasmas
aún no han venido.
Esto es lo que me queda: luces,
un campo de juegos donde admirar mis distintas sombras.
Y sin embargo,
se oye el oleaje desde ayer deslumbrado
como desde el refugio de un caracol.

Selva oscura (V)

Yo he sido las sombras de todos esos condenados.
A mí, todos los horrores de este círculo.
Yo fui más allá de las cenizas
y fui el perfume que se dilapida entre sedas.
Fui quien enloquece
por un cuerpo tibio
y luego cae desde la torre al escarnio.
Soy las lágrimas que vierten
los penitentes,
el futuro malbaratado
por el cielo fugaz
de una rosa abierta,
el que perfuma la tarde
y sus cenizas.

La sierpe

-¿Es este el día?-pregunté.
Su mirada no me dijo nada.
Ella miraba a mis muertos
cuando miraba hacia mis ojos.

Cine Darío

La viruta de la tarde
fluye     reina
por el alambique del cine

sos el único
entre los que fuman su lluvia
el único
amo del silbido y el salto mortal de la palabra
el único
que retuerce sus venas
con las de la pantalla
el único el de la saliva
el unico
el que gritaaaaaaaaaaaaaaatrapado
          en la pupila de Alguien
que acaba de salir
orientado por las luces a medias.

Selva Oscura (VII)

'Pape Satán, Pape Satán Aleppe'

No gastó de sí todo el canto insomne.
No guardó para sí la zozobra del que amó.
Lo veo y me digo:
el Enemigo no sólo
es el que rabia
contra el sol.
El soplo de la fortuna
disipó los granos de su mansión.

Campos de Diana

La caravana de los días
pasa con sus falsas ocupaciones.
Busco otra manera
de preguntar por esa facilidad,
de decir sencillamente
la grandeza del ínfimo equipaje del hombre.
Y no hallo más cosa
que contar esta historia
de una semilla ciega
que no subió al carro de Diana.

*
Mínimo mundo, el que brota
cuando buscamos más allá
de nuestras manos entrelazadas
en el segundo eterno de la sal.
Eres el grano perdido en el delirio de gigante
que tiene el mar.
Mínimo mundo, y sin embargo,
¡tú soportas en los hombros
la esperanza!

*
A los anuales ritos de Diana
no concurrió hoy la esfera.
Rota es la magia diminuta.
Roto su navío, cuando jugaba
a contar gaviotas.
¿Qué palabra hay
para cuando amanezco
arrojado de las puertas del mundo?

*
Lo que me queda
es la ciudad que me persigue.
Se introduce en mis venas
como extraño deliquio de la destrucción.
Mis palabras no logran irse con el aire.
No soy el que propicia levaduras,
el que panifica el silencio.
Tan sólo me describe
el temor al acantilado.