Batalla (II)

Luis Alvarenga

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San Salvador
arde en los ojos.

La sangre corre
a manantiales
abofeteando al dios dormido
para que tire sus flechas.

La piel se estremece
cual si ya lloviera.

La lengua quiere esconderse
la boca ansía cubrirse de pieles y sábanas.

Llega la hora de lanzarse
al ataque más profundo,
de tirarse cabeza abajo
al estanque más abismal de este mundo.

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