Ketty Alejandrina Lis

Poemas de Ketty Alejandrina Lis

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Ketty Alejandrina Lis:

El corazón es un estado de intemperie

Se necesita un corazón abierto
no cubierto 
ante las múltiples
cruzadas líneas fuerza del poema.
No hay razón para humillarse repitiendo
no hay razón para no cambiar de discurso velozmente 
si está la cerca 
a una distancia corta
en el punto de aliño en que es refugio y cueva.
Todo aquel que se ha bañado alguna vez en la laguna Estigia 
y todos nos hemos bañado alguna vez
reconoce su amarga fetidez desde el ángulo más cándido
o más ríspido.
En qué lugar del ser o del planeta
habrá un discurso terso o linealmente claro
que defina la infinitud de la angustia existencial
en la incomprensible finitud de la existencia.
Tocar no alcanza
no
tocar la mano 
un dedo 
apretar la frente
en el calor del hombro largo de un amigo
no 
tampoco alcanza.
Por qué hablar del corazón entonces 
como de un músculo que es funcional y late.
Han observado su forma no su fondo.
El corazón es un estado de intemperie
en permanente ruego.
Desatemos de un golpe la piel de la cabeza 
pequeño robot
separemos lo vasto de las piezas
arrojemos un poco al viento 
un poco a mar abierto
abramos una brecha
aremos con furia en el mejor amor 
un trecho de latidos y palpitaciones 
¿lo esencial? fue escrito por Pound en sus Cantares
con rabia
bellamente 
sin usura
donde el poema 
impenetrable mascarón de proa
revela un pozo cargado de sentidos
se sube a su alto faro 
configura
transfigura
bebe de su propia majestad
y es fiel vigía.
El corazón es ese estado de intemperie
donde nace y se mece la Poesía
por eso 
nada digo si digo que al tronco lo sostienen las raíces.
Todo digo si digo que el poema
aun sin sostenerse 
me sostiene.
Sólida 
sigilosa hija de la luz
perfil ojos alados inclinándose en un abrazo amparador
se acerca a una brizna del aliento
se retira 
vuelve a acercarse.

Y una ranita de agua bebe del cuenco de su mano.

Por qué temerle

Por qué temerle
hay algo de retorno en su mirada
una cierta piedad
quizá ese cansancio de recoger desde el principio de los tiempos
hojas que se asoman sin pausa 
y con prisa 
se sueltan de las ramas.

Ella viste de luz para fingir que huye
mientras paciente observa vagar las nueve lunas. 
Su cuerpo inclina.
Azabache y acero. Vestal.
Sólo su lengua seca
-esconde el látigo-
da paso a la hora precisa en que el ritual 
como un destello en las marismas 
se aproxima. 

Pareciera que abrazara con abrazos 
en ligero declive de cristal.
¿Tanto así?
Sí y sobre la frente 
muestra su diadema de múltiples espejos en enigma 
y una máscara.

Irónica (en verdad un poco irrespetuosa)
sonríe al estallar la epifanía de la vida
cuando el amor en su inconsciente rueda
promete esa ilusión de ser eterno
y en vuelo de alegría los pájaros del mundo
una viejísima canción de cuna
cantan.

Pero la orilla de los ríos
distinta a la del mar es áspera
infatigable
la tierra apaga con idéntica bravura 
el verde de las hojas 
de brillo tan igual en la simpleza de los yuyos
y en las plantas.

¿Por qué creer que es triste
que su silencio a puro grito es semejante 
al número infinito de batallas
libradas en en la intimidad del corazón del hombre
que su tarea sólo estriba 
en recoger las vestimentas llegadas del espacio
donde el amor el dolor las esperanzas
los proyectos 
el esfuerzo de caminar paso a paso al costado de los días
se vuelven hojarasca
humo
nada?

Ella sin decir nada nos advierte
¿acaso se puede decidir?
¿no finaliza todo a cada instante?
Entonces
a celebrar que la sazón es corta.

Ella viste de luz para fingir que huye.
Ella lleva una máscara.

Nureyeb

Resopla el mar
como caballo encabritado
girando 
girando
salvajemente etéreo sobre las alas extendidas
quietas
de un águila en planeo.

Resopla el mar
en un tazón de metal
y bailas
delicadamente bailas
y saltas
majestuosamente saltas
mágico tártaro viajando a Irkutsk
todavía suspendido en el líquido nirvana del vientre de tu madre
(¿sabrá el Transiberiano de aquel niño nacido
sobre el rodar cansino de sus ruedas 
entre los bosques
y los humosos pantanos del Baikal?)

Caminando de Ufa a Leningrado
fue tu porte 
tu soberbio porte ahí
una bolsa de obstinación por equipaje
las puertas del Kirov de par en par abiertas.
Y es tu soberbio porte en Londres
de pie Príncipe Albrecht 
Basil volando enloquecido 
(tiempo en espera
cerebro y corazón en una misma línea)
añorando el aire 
el inconfundible olor de San Petersburgo
las neblinas heladas sobre el Neva.

Es tu porte transparente ahora. Pareciera
pura simplicidad
esa pura maravilla extraída del acero
las puntas de los pies hacia lo opuesto
ángulos rectos
ángulos agudos
todas las técnicas
todo el virtuosismo en ese cuerpo
todo el lirismo en la sola presencia.
Ninguna perfección sublime príncipe del mundo
ninguna
te era ajena.

¿Qué dios te coronó de dones?
¿Qué dios te abandonó
giró su rostro
arrebató la luz sagrada de tus piernas abriendo las esclusas 
que van hacia los cauces cavados
en el abismo de sombras de las sombras?

Tus manos hablan
tus brazos hablan
hablan tus pies
y tu cuerpo 
y nos dicen
-Miren
Los vientos siempre soplan 
y vienen desde el Este.
Toda la perfección de lo perfecto es posible
toda la perfección de la belleza es posible.
El río salió de cauce
y no importa si ahora vago por las deshabitadas tierras.
Ya pasó 
pero nada ha pasado.
Yo
estoy aquí.

Más acá o más allá

No sirven unos huesos frágiles de sostén seguro
ni sostiene la fragancia indómita de la hoja de laurel
la brisa ausente.
¿En qué sitio del no ser
se alojarán esos mínimos segundos
en que es posible volar veloz como los pájaros
de la cornisa al suelo?
Más acá o más allá
el tordo negroacero anuncia
la armonía de decir oh Dios
en la plácida belleza de sus trinos.
Su canto varía de vez en vez acá
o más allá
a modo de lluvia discontinua
aunque oh Dios
haya sonado casi siempre igual a la palabra odio
áspera igualdad
en la desdichada intimidad del ser humano.
El camino se despide en algún momento de los sembradíos
y recién ahí se le da por descubrir
la grácil sencillez del girasol besando con fervor la tierra
devolviéndole en los giros sus semillas.
El cristal
no necesariamente es quebradizo
sí frágil aunque sostenga la fragante calidez del vino
madurado en un tonel que vive en la humedad oscura de las cavas
porque por él se ha suicidado un roble.
El odio oh Dios contamina el suelo y todo cuanto toca
no la fugaz sensualidad del vino
el odio mata por el obsesivo poder de la ilusión
o las ruinas que el no poder nos deja.
Si el motor de la historia para Kant
es la libertad del hombre
¿en qué consistirá la liberación en la historia personal
más allá
mucho más allá donde lo absoluto equivale a todo o nada
si voláramos volátiles y veloces como pájaros
hacia un espacio sin espacio
ni tiempo
dejando más acá
un cuerpito quieto y un charquito de recuerdos en el piso?
El talismán que garantiza el alma de los sueños
se encuentra navegando a la deriva
¿nada perdura todo se dispersa
o toda dispersión se dirige a lo infinito?
Un corazón abierto no obstante es su seguro muelle
un corazón que es sangre
es latido
es ruego
desamparo.
Quizá por eso un gato de Cheshire aún dormita
de este lado desquiciado del espejo
quizá por eso se sigue con obcecación buscando
el destello que proclama el punto
donde mágico aparece el arcoiris.
Ahí
nos espera el cofre repleto de monedas de belleza y oro
que al tocarlas se transforman en estrellas
nos liberan
y como si cumplieran con leyes inmutables
girando al ritmo de cierta melodía que solo ellas escuchan
van formando con cada movimiento
las coordenadas que indican el extraño sitio
en el cual es posible armar en ramillete
tal que puede armarse
con esas margaritas que libres nacen en el campo
una inmensa piedad por las cosas fugitivas.

Horas nocturnas

Leo las noches
en el limbo de las horas todas
del árbol.
Deslizo
por el costado impreciso
de los cálices.
Lúcida nimiedad
de las palabras.

El tiempo

Fue en la mañana aquella que en un dejo amargo
dijo
dos días comunes faltan
dos días igualmente paralizados
para que el cielo sea por esta vez amable
pero por qué dos días si el mundo ronda
si los caminos viven y se hacen solos
si hay un sendero en claroscuro que va hacia adentro.
Dos días
y tu vacío
cerebro en sólida miniatura
es creer que sabes
solamente dos días y la voz pregunta
sin cesar pregunta
cual será el vago lazo
entre hacer y ser
si todo lo que es
es porque hace
y aquello que no hace
no es.
Del arco húmedo
la gota golpea el techo
y se desliza
por los vidrios altos justo encima
de la hoja del ficus.
Ha de haber algún misterio primigenio en mi cabeza
formando una silente danza
mirando
la gota que en la hoja existe
y moja
sabiendo
que ese tiempo durante el cual se cae
no es quien la frena ni la empuja.
Los laberintos tienen gargantas cenagosas
donde se afina fatal el universo
pero si intentara cruzar ahora las horas
pediría a quienquiera sea
que por favor las quiten
así mañana o pasado
la esperanza y yo seríamos
la misma cosa.
Uso
las algas secas de la caja de masitas como sendero
que huye
pero le grito
que si todo lo que no hace
no es
si lo que no es
no existe
entonces el tiempo no es ni existe porque no hace
soy yo quien puede estar en un haciendo
mirando o no
y lo imagino.