Jorge Hübner Bezanilla

Poemas de Jorge Hübner Bezanilla

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Jorge Hübner Bezanilla:

Remordimiento

Yo pensé que en tus senos hallaría el olvido,
y eché a dormir sobre ellos mi triste pensamiento:
surgía, como aroma tenue, el anochecido,
y la pasión movía tus trenzas como un viento.

La dulzura suprema adormía el sentido,
cuando rompió mis venas un inundar violento:
venida de la muerte, en una ola sin ruido,
la eternidad entera se puso en un momento.

Del resplandor terrible que te ha dejado ciega,
tus ojos sin pupilas, como una estatua griega,
me siguen, sin hallarme, en el cielo profundo.

Y cómo olvidé a Dios, con tus abiertos brazos,
una luz sempiterna, delante de tus pasos,
traza una inmensa cruz de sombra sobre el mundo.

In memoriam

Estaba blanca, estaba pura,
más que en el tiempo en que vivía;
la envolvió con su gran dulzura
la castidad de su agonía.

Sus ojos fijos en el techo,
ahondados en la gran visión,
las manos puestas sobre un pecho
limpio de humana sensación.

Las manos que, en presión sutil,
dieron su vida en el adiós,
sobre su carne de marfil,
llena del hálito de Dios

Yo la miré con egoísmo,
luchando para retener,
contra los años y mí mismo,
la visión de aquella mujer.

Me le di tanto en la amargura,
me absorbió tanto en el placer,
que pudrirá en su sepultura
rotos fragmentos de mi ser.

Tendré otras bocas; el exceso
de otra pasión me colmará;
pero los robos de su beso
nadie los restituirá.

La miro: el óleo de lo eterno
santificó su desnudez
con un crepúsculo de invierno,
una campana y un ciprés.

Yo rodaré. Mi vida acaso
se alargue de banalidad:
puse mi espíritu en un vaso
que se volcó en la eternidad

De otra vida

La presentida, la que lleva,
nimbada toda de fluídos,
mi derecho a una vida nueva
y el estupor de los sentidos;
la que me arroja en lo velado
de otra existencia con su roce,
viene temblando y se ha cegado:
¡la miro y no me reconoce!

Yo sé que es ella: mis secretos
la hacen marchar estremecida;
tiene en los ojos los sonetos
que le entregaba en otra vida.
A toda lumbre indiferente,
se hunde en el sueño de un ayer:
me está evocando, estoy presente,
¡y no me puede conocer!

Su corazón, si yo le hablara,
como abanico plegaría:
¡me enronquecieron la voz clara
que ella conoce como mía!
Y cuando siento que en el viento
sangrando va su corazón,
suspende el ritmo de mi aliento,
como una purificación...

Y aspiro el cielo que se llena
de su alma, mientras lento el ser,
como fluyendo de una vena,
se vacia en el atardecer. . .
La intensidad es agonía,
aéreas son las cosas todas
y el mundo mismo es lejanía:
¡no conocemos otras bodas!

Como un rumor en la laguna,
un tenue soplo nos conmueve:
un solo rayo de la luna
finge una tempestad de nieve. . .
Y, despertada al instante,
quiere otra vez volverme a ver:
mira el dolor de mi semblante
y no me puede conocer...

Plegaria

Virgen, tus ojos místicos y ausentes
rezan, como las llamas de los cirios.

Virgen, tus manos pálidas y trémulas
piensan, como las manos de los ciegos.

Por tu fervor, mi beso se hizo hostia
y llevó mi alma entera a tus entrañas.

Nuestras vidas serán como esas manos
que se unirán apasionadamente

Mis estrofas serán como esas naves
que se hunden en las noches misteriosas.

Y me entraré contigo en el silencio
de las pasiones grandes...

Plegaria
Me dió, olvidando mi pasión funesta,
una ficción de albergue maternal;
vistió el amor su espíritu de fiesta
y apagué en un abrazo su protesta.
¡Líbrala tú, Señor, de todo mal!

Por la lenta amargura de su vida,
por dejarla desnuda ante la suerte,
porque la herí para beber su herida,
hazle gracia, Señor, de tu venida
ahora y en la hora de la muerte.

Ella pecó para que la quisiera,
la desnudó el amor de la moral;
fueron sus brazos leños de mi hoguera,
mientras yo la vendé porque no viera.
¡Líbrala tú, Señor, de todo mal!

¡Acógela, recógela! La he visto
pálida de fatiga ¡Ha de quererte!
¡Sin saber..., dice frases tuyas, Cristo!...
Algo que yo no vi, sé que ha entrevisto
para ahora y la hora de h muerte.

Hallaría la paz en tu constancia
la fatigada del amor sensual.
La soledad purifico su estancia
Si tú la miras, volverá a la infancia...
¡Líbrala tu, Señor, de todo mal!

¡Que no se pierda aquella rosa llena
de vocación para el altar del bien!
¡Acuérdate, Señor, de la azucena
que brotó del dolor de Magdalena,
y líbrala de todo mal, amén!

La luz

La luz tendió en la tarde ligeros gobelinos,
se hizo pronto un incendio en que el mundo iba a arder,
cayó después en lluvia de azul por los caminos:
yo la he visto variar como alma de mujer.

La luz con unas nubes hizo encendida fragua,
disfrazó a los torreones con un amplio albornoz;
alzó náyades diáfanas de la paz de las aguas:
la luz formó de nada sus mundos, como Dios.

Vi al arroyo jugando con la luz del Oriente,
en pupilas de niño sorprendí su claror,
entró a la pieza triste de una convaleciente:
la luz se ha dado a todos, como Nuestro Señor.

Por la luz los botones me enseñaron dulzuras,
una tarde violeta me dijo que llorara
y los astros formaron frases claras y puras:
sin la luz toda cosa su misterio guardara.

¡Mensaje que de lo hondo del misterio camina
y dilata los pechos como rosas abiertas,
y que deja temblando una estrella divina
en la inmovilidad de las pupilas muertas!

Yo no sé

A mi hijo


Yo no sé si existen los ángeles,
pero sueño bajo sus alas transparentes.

Yo no sé si se vive después de la muerte,
pero mi madre sonríe en mis ensueños.

Yo no sé si la justicia se hará un día,
pero el Cristo vive en los ojos de los pobres.

Yo no sé si la razón es quien conduce,
pero un viento de Dios pasa en la historia.

Yo no sé si la luz sea una sola,
pero cierro los ojos para ver arco iris.

Yo no sé si mi cuerpo sea todo,
pero lo triza la luz de una estrella.

Yo no sé si tú escuchas a tu padre,
pero te mueve un verso que no he escrito.