Isabel de los Ángeles Ruano

Poemas de Isabel de los Ángeles Ruano

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Isabel de los Ángeles Ruano:

Cinematógrafo

Luz azulada y besos distraídos,
amnesia momentánea, afuera llueve.

Siluetas, siluetas de días desaparecidos,
alardear de vida, sin telones, con butacas
inmóviles.

Humo de cigarrillos, almas calladas
con espirales de sonrisas anestesiadas.

Afuera llueve, los carros encienden sus faroles
pero la sala quieta
se estremece ante sueños encadenados con ceniza.

Caricatura de la verdad

Vengo de mitos desbaratados
donde se quiebra el tiempo.

Armo en mi ser nuevas estructuras.
necesito el mármol de las viejas creencias
para apoyarme en algo.

Definitiva ha sido mi luz y mi ceguera,
ha sido tajante su alucinada escarcha
y mi intento triste de huir de cualquier dogma.

Así, regreso a buscar el techo de una casa,
el calor de las mentiras conocidas,
el cristal que deforme una visión
con los gastados sueños rosa.

Huí de falacias acreditadas,
me despojé de su facilidad y sus cristales,
y de pronto en la gruta de Platón vi mi silueta
terriblemente deformada.

Onán

Con horas viejas colocadas en desvanes y 
perspectivas deshabitadas
con silencio de lluvia y azucenas que se tiñen con
la tarde
las manos acarician la soledad, penetran sus 
vertientes
y producen el vértigo mientras un rayo se 
desprende.
(Afuera los jardinillos tiemblan, demudados).

Estremecimiento de armazones de hojarasca,
sin ningún galope, y con una suave, dulce
violencia
delineando la alcoba.

No hay ira, sólo la ternura pequeña, íntima,
del instante desflorado sin entrar ni a la luz ni
a la sombra.

De esta manera las manos se desciñen de sí mismas
y se sienten de barro, y así puras,
han sido desfloradas de su ruta
y se muestran como dos clowns grotescos
danzando sobre la nieve.

En el misterio, junto al vagido muerto,
en el calor perdido de una chimenea apagada
por miles de milenios de rostros convulsos
pudo entonces, Onán, encender una hoguera.

Poema de la sangre

Aquel que yo parí
remonta mi sangre a todas las generaciones
hasta Adán.

Trae la voz encontrada de la raíz 

en que germiné

y quizás perpetúe mi estirpe
hasta cuando el mundo termine.

El que parí
es resultado de violencias inexplicables.

Está tatuado
para siempre tatuado
de las llamas que me han florecido.

Tiene designios en el caos
o turbulencias sin nombre
heredadas del día en que conocí la luz,
del instante en que me mostró la faz de Dios
o del enigma en donde las tinieblas
han incinerado la razón.

Hora sin soporte

Hoy pierdes un objeto, mañana otro,
como si te arrancaran a pedazos la vida;
te mutilan la voz, te quedas sin lágrimas
te cuentan del suicidio de un amigo.

Mueres a pausas tu también.
de ayer a hoy
cada dolor es una nueva llaga,
en cada instante hay una herida

El mundo de las cosas, caprichoso,
no responde a tus ideas, se te escapan los
objetos
como pequeños tiranos, se te esconden,
y te hacen girar y girar, golpearte la cabeza,
o mascar trozos de papel con ira desbordada.

Pierdes todo lo que has amado,
te hundes sin retorno en cada pliegue del
pasado

Y de súbito un caos interior,
la tempestad, la locura, toda la rebeldía,
lo indescriptible se te mete dentro,
tensos los nervios, los dientes encorajinados...
... y el tedio invencible de las horas vacias...

La noche

Qué edad, qué frío, qué tormenta

puede ser más terrible

que una noche

a solas,

una noche sin nada, una caverna

olvidada, un pasaje secreto,

de hielo.

Y digo una noche a solas

una noche de tiempo.

Y no hablo de sexo

ni del calor de un cuerpo,

no hablo de alguien, de algo,

hablo de una noche a solas

frente al universo,

en el infinito,

a solas con el cosmos chispeante,

con preguntas fósiles,

con nosotros mismos,

con todo.