Eduardo Zambrano

Eduardo Zambrano es un respetado poeta mexicano, nacido en Monterrey en el año 1960. Su acercamiento a la literatura se dio a través de la lectura, el cual considera un punto de partida fundamental para cualquier escritor. Asegura que sus obras son una forma de agradecimiento por las que llegan a sus manos. A principios de los años 80, tuvo la gran suerte de ser elegido para participar de los primeros talleres de creación literaria de su ciudad, organizados por la Casa de la Cultura. Esta experiencia le permitió conocer a otros artistas de las letras, además de fortalecer su confianza en sí mismo gracias a ver sus poesías publicadas. Recientemente ha sido etiquetado como "apasionadamente pesimista", a lo cual Eduardo respondió que es más bien consciente del destino, que nunca es tan bello como se espera, de la condición humana, que tiene el sufrimiento como un elemento fundamental.
Entre sus publicaciones, encontramos los libros "Del coleccionista", "Estrategias de la nostalgia", "El fortín del solitario", "Tiempo aire" y "Reincidencias". A continuación, es posible disfrutar de algunos de sus poemas, donde podemos destacar "Duelo", "Retrato de familia" y "Vandalismo literario", los cuales despiertan diversas reflexiones que es preciso atender sin prisas.

Poemas de Eduardo Zambrano

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Eduardo Zambrano:

Entiendo

Entiendo que este día
nadie va a llamar.
Ni los más caros deseos,
ni esas fantasías que me han acompañado
todo este tiempo.
Sencillamente estaré solo
y está bien.

Entiendo que ya no tendrá sentido fingir.

Plegaria

Sin más temores ni remordimiento
elevo esta plegaria al Desalmado.

Él, solo, que solo es alma, me ha dado
la hermosa ironía del sufrimiento
de querer despertar y no despierto
a olvidar lo que el destino ha olvidado.

Si el fruto que me ha sido arrebatado
es castigo: no hay arrepentimiento.

A Ti, Padre, te regreso el perdón
que no me hace falta, porque confío
en tener tu mano cuando el abismo
sea el último reclamo a mi rendición.

No hay en esta oración un desafío:
si lo sé, lo sabes, somos el mismo.

Duelo

Lo frío del metal
como una extraña fiebre
alimentada por la ofensa.
Su peso de venganza
lo acomodé en mis manos
y a la vieja usanza
di siete pasos antes de voltear.
No había nadie, ni señas del patán
que arruinó mi vida;
por eso disparé contra mi pecho,
a sabiendas que sobreviviría.

Nadie

Pensar que muchos buscan una piedra
o la raíz
dónde aferrarse para luego seguir nadando contracorriente.

¿Buscar los orígenes hasta quedar en una orilla?
¿Dar sombra a la serpiente y casa al gusano?

Ser nadie
y aún, como la hoja seca,
servir de embarcación a los instintos.

Recostado en el huidizo caudal
observo las nubes.

Acaso sea yo
el que toma caprichosas formas bajo ellas.

De paso

La genética del alma:
el destino.
Al más puro sentido clásico
regreso.

Me lleva el viento
y en esa circunstancia
se revuelcan también mis sentidos.

Hoy alcanzo a balbucear razones.
Pero más allá de las razones estoy
yo,
hoja del árbol de la vida
que ven pasar los perros y los puercos,
mis contemporáneos y mis enemigos.

Estoy de paso.
Incluso para mis propias ambiciones.

Testigo

Al menos aquí
en medio del desamparo
tuve un testigo:
me tuve a mí mismo
sin ser la marioneta colgada de una historia,
ni la parafernalia literaria entre concursos
y limosnas.