David Escobar Galindo

David Escobar Galindo es un escritor salvadoreño nacido en Santa Ana el 4 de octubre de 1943. Se doctoró en Jurisprudencia y Ciencias Sociales y ha llegado a ocupar el cargo de rector en la Universidad Dr. José Matías Delgado. También colaboró de manera asidua con el diario La Prensa Gráfica como columnista. Su amistad con el presidente Cristiani le abrió las puertas a participar de los acuerdos de paz que tuvieron lugar a principios de los años 90 para acabar con la guerra civil. Actualmente es miembro honorífico de la Academia Salvadoreña de la Lengua, la cual dirige desde el año 2006.
Por su obra ha recibido numerosos premios y reconocimientos, como el Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística. Su técnica y la limpieza de sus versos es admirada a nivel internacional. A diferencia de muchas personas, no cree que haya que imponer la lectura a los jóvenes, sino permitirles que tomen sus propias decisiones, teniendo en cuenta todas las opciones posibles. Entre sus poemarios destacan "El Libro de Lilian", "Sonetos penitenciales" y "Oración en la Guerra". Es también de su autoría la novela "Una Grieta en el Agua". En 1971, se despertaba en El Salvador la violencia de la revolución, y ésto inspiró a Galindo a escribir su poema favorito, "Duelo ceremonial por la violencia".

Poemas de David Escobar Galindo

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de David Escobar Galindo:

La armonia


La armonía es un río transitable.
Cada aurora embarcamos
corriente abajo, en ceremonia inédita.
No recordamos nunca
las estaciones en las que paramos
ayer o antes de ayer o antes de siempre.
En el viaje que a diario se repite
en una barca nunca vista.
Y aunque escribamos cotidianamente
las minuciosas obras del trayecto,
mañana la aventura será virgen.

Dos pajaros que beben


Dos pájaros que beben
en una sola gota de rocío.
Dos lágrimas de lluvia
que caen juntas desde un solo alero.
Dos hojas que se duermen
en un solo recodo del follaje.
Dos manos que descubren el destino
en una sola rosa.
Dos mástiles que inventan la distancia
en una sola imagen.
Y así tú y yo en poder de la unidad.

TREN DE LA NOCHE


Suena el tren en la noche
-¿llamando a quién, a quiénes?-,
el tren abajo, en los cañaverales,
como una larga serie de pañuelos llorados;
y su llamar se junta al fuego de los perros,
sofocando las luces pequeñas y amarillas,
llamándonos, llamándonos,
porque nosotros, madre, nos iremos en él,
con la canasta virgen y la hermanita enferma
y un envoltorio de pañales
como dormidas mariposas,
y el tren no espera, no, no espera nunca,
y por eso corremos entre el polvo nocturno
como fieles y nítidas luciérnagas...

Despierto a medianoche


Despierto a medianoche. Es un alarde
de lucidez frugal. Todo respira
a nuestro alrededor, como si fuéramos
los poderdantes de la gracia cósmica.
Vuelvo a dormirme, entonces. De seguro
en ese lapso se ha acabado el tiempo.

DIALOGO EN LA TINIEBLA


No busco la verdad, pero persigo
su estela cautivante, su aleteo
que es la réplica infiel de lo que creo
y el huidizo fulgor de lo que digo.

La verdad absoluta es un castigo
que quizás no merezca mi deseo.
Y su ausencia es el último trofeo
que desvela mi angustia de testigo.

Me quedo con la flor de la pregunta,
aspirando el aroma sin respuesta,
dejando que el silencio apenas hable.

Y al sentir que la lágrima despunta,
la verdad, como un grillo, me contesta
desde el jardín del vértigo insondable.

YO NO SOY


Yo no soy Pedro,
Juan,
ni Segismundo.

Yo no soy pura sangre,
ni mestizo,
ni natural del valle o de la estepa.

Mi pensamiento es un pequeño mundo.
Un mundo de orfandad de pura cepa.

Vine de no sé dónde,
un día en que unas manos
se estrecharon a medias.

Y tú -poesía, viento-
ni lo haces más atroz,
ni lo remedias.

Yo no soy Gran Collar,
ni estoy triste,
ni creo en la derrota.

Admiro el rostro inmenso del océano,
pero prefiero el brillo
de una gota.

Me gusta la verdad de los que esperan,
y el amor
hecho vida.

Y creo en el retorno de los tiempos,
en otra dimensión
desconocida.

Recuerdo vagamente algunos signos,
algún destello de mitología,
alguna forma gris de echar la suerte.

Y no le tengo miedo a lo que venga:
ni al ojo solapado de la vida,
ni al párpado sincero de la muerte.

o no soy la bandera,
ni el perdón,
ni el cayado.

No soy el que descubre,
ni el que salva
o reclama ser salvado.

Yo no soy Pedro,
Juan,
ni Segismundo.

Yo soy un soplo de aire.
Un sonido que pasa.
El sonido fugaz de un milagro profundo.

pues soy más que la carne misteriosa
en que alguien -una vez-
me trajo al mundo.