En un lugar del alma, entre muros de olvido  
y en arenas estériles, se entierran los amores  
que nos nacieron muertos; y en tierra bendecida,  
donde sueño tras sueño la vida siembra flores,  
los que ya comenzaban a fabricar su nido,  
cuando los alevosos minutos cazadores  
les hirieron el alma... y los que sólo han sido  
samaritano ungüento para nuestros dolores.  
Yo sé que a esos sepulcros se les debe el tributo  
que exigen del espíritu sus urnas de misterio...  
Pero por esos muertos nunca visto de luto,  
y al entrar en mí misma, ese lugar esquivo...  
¡que en una de las urnas de ese mi cementerio,  
hay un amor que tuve que lo enterraron vivo!
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Lo que se entierra vivo, es una semilla que en cualquier momento puede reventar y dejar asomar su brote sobre la tierra.
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