No es suicidio.
Es cansancio metafísico.
No es la muerte.
Es el cansancio de estar presente.
La fatiga de ser un punto fijo
en un universo que no se detiene
a preguntar si aún queremos mirar.
No se anhela el final,
sino la suspensión.
Que el ser haga una pausa,
que la conciencia, ese testigo excesivo,
apague su lámpara.
Existir pesa
cuando todo debe ser significado.
Cuando cada gesto
arrastra memoria,
cuando cada pensamiento
genera su propia sombra.
No es dolor lo que empuja este deseo,
es saturación.
Un exceso de lucidez
mal distribuida en la carne.
Ser alguien cansa.
Sostener un nombre,
una historia,
una coherencia mínima
ante el caos.
El deseo no grita.
Susurra.
No destruye: disuelve.
No huye: se repliega.
Quiere la calma del mineral,
la inocencia del árbol,
la ética simple de la marea
que avanza y retrocede
sin preguntarse por qué.
El animal vive.
La piedra permanece.
Solo el humano
se observa vivir
hasta agotarse.
El deseo de aniquilación
no pide violencia,
pide silencio.
No quiere desaparecer del mundo,
quiere desaparecer de sí.
Que el yo afloje su nudo.
Que la conciencia se vuelva fondo.
Que el pensamiento cese
como cesa la música
cuando ya no hay nadie escuchando.
No es morir.
Es dejar de insistir.
Es permitir que el ser
se apague suavemente
como una luz
que cumplió su función
en una habitación vacía.
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Autor:
Kenneth (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 30 de diciembre de 2025 a las 07:18
- Comentario del autor sobre el poema: El último de la serie de temas poco hablado.
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 2

Offline)
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