I_KENNETH

Deseo de Aniquilación

No es suicidio.

Es cansancio metafísico.

No es la muerte.

Es el cansancio de estar presente.

 

La fatiga de ser un punto fijo

en un universo que no se detiene

a preguntar si aún queremos mirar.

 

No se anhela el final,

sino la suspensión.

Que el ser haga una pausa,

que la conciencia, ese testigo excesivo,

apague su lámpara.

 

Existir pesa

cuando todo debe ser significado.

Cuando cada gesto

arrastra memoria,

cuando cada pensamiento

genera su propia sombra.

 

No es dolor lo que empuja este deseo,

es saturación.

Un exceso de lucidez

mal distribuida en la carne.

 

Ser alguien cansa.

Sostener un nombre,

una historia,

una coherencia mínima

ante el caos.

 

El deseo no grita.

Susurra.

No destruye: disuelve.

No huye: se repliega.

 

Quiere la calma del mineral,

la inocencia del árbol,

la ética simple de la marea

que avanza y retrocede

sin preguntarse por qué.

 

El animal vive.

La piedra permanece.

Solo el humano

se observa vivir

hasta agotarse.

 

El deseo de aniquilación

no pide violencia,

pide silencio.

No quiere desaparecer del mundo,

quiere desaparecer de sí.

 

Que el yo afloje su nudo.

Que la conciencia se vuelva fondo.

Que el pensamiento cese

como cesa la música

cuando ya no hay nadie escuchando.

 

No es morir.

Es dejar de insistir.

Es permitir que el ser

se apague suavemente

como una luz

que cumplió su función

en una habitación vacía.