En un reino de sombras caídas,
donde el eco suplanta al sol,
llegaste tú, aurora encendida,
a pintar de fe mi dolor.
Tu luz rompió viejos juramentos,
la noche huyó sin dirección;
pero aún en mis pensamientos
habita un resto de destrucción.
Tus ojos —dos mares sagrados—
me invitan a naufragar;
y aunque en ellos fui perdonado,
no sé si aprendí a amar.
Tu voz… campana que hiere,
vibra en mis horas sin fe;
ni el viento cuando me muere
se atreve a callarte, mujer.
Tu aroma… néctar divino,
me eleva y luego me olvida;
como un dios que, en su camino,
bendice y deja heridas.
Tu piel, jardín de promesas,
refugio de luna y temor;
si la toco, mi alma reza,
pero sangra de tanto amor.
Y aunque el tiempo se arrodilla,
aunque el mundo nos miró,
solo tú quedas erguida,
y yo… me inclino ante lo que fui yo.
He amado en ruinas y en fuego,
he creído en besos fugaces;
dejé mi alma en su juego,
y solo hallé disfraces.
En cada promesa rota
naufragó parte de mí;
y aunque el alma se me agota,
todavía creo en ti.
Quisiera que en tu mirada
mi fe hallara reposar;
mas el amor no se implora,
ni se puede mendigar.
Por eso callo… y respiro,
viendo al tiempo caminar;
tú sigues siendo mi delirio,
y yo, sombra de lo que quise amar.
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Autor:
Miguel Morningstar (
Offline) - Publicado: 26 de diciembre de 2025 a las 09:01
- Comentario del autor sobre el poema: "Lo que calla la aurora" no nació solo para ser leído. Nació porque había cosas que tenía que sacar de mí, emociones que no podía guardar. Es la mezcla de deseo, dolor y asombro que sentimos cuando alguien ilumina un poco nuestro mundo, aunque no pueda quedarse. Es un poema sobre amar y perder, sobre dejar que el corazón hable aunque se rompa un poco, y sobre encontrar belleza incluso en lo que duele. Cada verso es un pedazo de lo que sentí, y todavía siento, cuando intento entender cómo se ama sin esperar nada a cambio.
- Categoría: Amor
- Lecturas: 2

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