El mal no entra gritando.
Llega puntual.
Ficha tarjeta.
Saluda con cortesía.
No mancha las manos de sangre,
las mancha de costumbre.
Es un formulario bien llenado,
una orden reenviada,
un no es mi problema
pronunciado con voz neutra.
El mal bosteza.
Mira el reloj.
Cumple protocolo.
No odia.
No disfruta.
No piensa demasiado.
Se limita a obedecer
para no perder el turno,
el sueldo,
la calma doméstica.
El guardia no golpea:
mira hacia otro lado.
El vecino no denuncia:
cierra la cortina.
El funcionario no decide:
firma.
Y así,
sin pasión,
sin rabia,
sin épica,
la crueldad avanza
como avanza la humedad:
lenta,
silenciosa,
inevitable.
El mal cotidiano
no necesita convicciones,
solo necesita gente cansada
que prefiera la paz
antes que la justicia.
No exige monstruos.
Le basta con personas normales
protegiendo su pequeño orden.
Se ejecuta en voz baja,
en pasillos bien iluminados,
en oficinas limpias
donde nadie levanta la voz.
Después se vuelve estadística.
Después se vuelve norma.
Después se vuelve así funcionan las cosas.
Y lo más inquietante
no es reconocerlo afuera,
sino admitir
que vive cómodo
en cualquier conciencia
que aprendió a callar
a tiempo.
El mal no ruge.
Archiva.
Y cuando por fin miramos atrás,
ya no queda nadie culpable.
Solo un sistema
perfectamente atendido
por manos inocentes.
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Autor:
Kenneth (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 26 de diciembre de 2025 a las 07:57
- Comentario del autor sobre el poema: Un poema de temas poco hablados
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 1

Offline)
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