Los Pasos de la Sombra

Edgar Fernández

En el campo donde el eco se deshace,

y la tierra bebe el nombre del caído,

queda un rastro de luz que no renace,

un murmullo de todo lo vivido.

​El tiempo es un reloj de arena quieta,

un espejo sin rostro y sin mirada,

donde la herida busca su silueta

en la paz de la noche fracturada.

​Caminamos por vetas de un abismo,

corrientes de una densa gravedad,

donde el hombre se encuentra consigo mismo

en la vasta y desnuda soledad.

​Silencios reveladores,

que dicen lo que el trueno nunca pudo:

que el valor no son los viejos honores,

sino el latido, frágil y desnudo.

​Allí donde la luz ya no se atreve,

y las sombras se borran con el viento,

la vida es un suspiro, un soplo breve,

que llena con su fuego el pensamiento.

​Ni el paso avanza, ni el camino espera,

pues soy el centro de mi propia red:

estoy en la montaña y la frontera

mientras calmo en mi fuente toda sed.

Un solo punto que el espacio ignora,

donde el alma, en su gravedad, se rinde ahora.

​Este poema ahora recorre todo el camino: desde el dolor de la pérdida y la quietud del tiempo, hasta la revelación de que el centro del universo es ese lugar exacto donde uno está parado con plena consciencia.

 

​"Este poema nace del eco de las palabras de Darío Daniel Lugo, cuya visión sobre el abismo y la gravedad del ser me permitió encontrar luz en la sombra. A él, como inspirador de estos versos, mi gratitud por enseñarme que en la quietud también se camina."

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