Me sentaba despacio en la mesa,
como quien pide permiso al llegar,
con los hombros cargados de vergüenza
y el hambre escondida en el paladar.
Aprendí temprano a guardar certezas
que oprimen el pecho sin avisar,
las que enseñan a honrar la gentileza
de quien da sin pedir, sin preguntar.
En casa ajena la arepa tibia quema,
y el miedo te detiene al masticar;
se come lento, no por la pena,
sino por no parecer necesitar.
“Mita” servía sin decir mi nombre,
me llenaba el plato hasta rebosar;
sabía que el hambre no pide voces,
y que nombrarla era avergonzar.
Bajé la mirada muchas veces,
no por desprecio ni por dudar;
era una forma humilde de rezo,
de agradecer lo que no podía pagar.
Nunca dije cuánto me sostenían,
ni cómo me salvaban al pasar;
pero en mi silencio entendí la vida:
hay casas que no son tuyas
y aun así… te enseñan a amar.
Jesús Armando Contreras
-
Autor:
Jesus Armando Contreras Nuñez (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 23 de diciembre de 2025 a las 05:57
- Comentario del autor sobre el poema: Este poema nace de una experiencia real vivida en la adolescencia. Es un acto de gratitud silenciosa hacia una casa que me abrio sus puertas cuando no tenía nada más que seguir caminando.
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 1

Offline)
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.