Jesus Armando Contreras Nuñez

La vergüenza silenciosa

Me sentaba despacio en la mesa,

como quien pide permiso al llegar,

con los hombros cargados de vergüenza

y el hambre escondida en el paladar.

 

Aprendí temprano a guardar certezas

que oprimen el pecho sin avisar,

las que enseñan a honrar la gentileza

de quien da sin pedir, sin preguntar.

 

En casa ajena la arepa tibia quema,

y el miedo te detiene al masticar;

se come lento, no por la pena,

sino por no parecer necesitar.

 

“Mita” servía sin decir mi nombre,

me llenaba el plato hasta rebosar;

sabía que el hambre no pide voces,

y que nombrarla era avergonzar.

 

Bajé la mirada muchas veces,

no por desprecio ni por dudar;

era una forma humilde de rezo,

de agradecer lo que no podía pagar.

 

Nunca dije cuánto me sostenían,

ni cómo me salvaban al pasar;

pero en mi silencio entendí la vida:

hay casas que no son tuyas

y aun así… te enseñan a amar.

 

Jesús Armando Contreras