En la tormenta que el Olimpo envía,
contemplo el rayo que los templos hiende,
y entre el granizo que feroz desciende,
la antigua Roma su dolor expía;
del Tíber fiero la corriente fría
por sus márgenes sacras se desprende,
mientras el pueblo, que su error comprende,
clama a los dioses en la noche impía.
¿Quién salvará este Imperio que agoniza
bajo el peso fatal de sus pecados?
¿Qué deidad hará oír nuestro lamento?
Imploro a ti, Mercurio, que desliza
tu gracia sobre pueblos desolados:
se nuestro César, calma el sufrimiento.
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Autor:
Javier Julián Enríquez (
Offline) - Publicado: 20 de diciembre de 2025 a las 21:19
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 4
- Usuarios favoritos de este poema: JUSTO ALDÚ, Emilia🦋

Offline)
Comentarios1
El soneto plantea una reflexión histórica y moral sobre la decadencia de Roma, utilizando la tormenta como metáfora del castigo y del desorden interno del Imperio. La voz articula con claridad la relación entre culpa colectiva y colapso político, mostrando a un pueblo consciente de su error pero incapaz de corregirlo sin auxilio externo. La invocación a Mercurio resulta significativa, pues desplaza la salvación del ámbito puramente bélico hacia la mediación, la razón y el tránsito entre mundos, lo que sugiere una crisis más ética que militar.
Saludos
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