El rostro, ajeno ya al fulgor divino,
Cubre el sudor y un pálido desmayo;
La frente coronada, sin el rayo
Que del Padre anunciaba su destino.
De espinas cruel el bárbaro camino
Dejó en la tez la sombra y el ensayo
De un dolor que ni el tiempo ni el desmayo
Podrán borrar del pacto diamantino.
Mas bajo el golpe, en el silencio quieto,
No hay queja vil, ni el lloro que mancilla,
Sino una paz de mármol y secreto.
Es la piedad que a redimir se humilla,
El Dios que se hizo hombre, varón neto,
Para teñir de gracia nuestra arcilla. No levantó su tez, barón de dolores. Más su llanto envilecio el pecado, por nuestras culpas fue azotado e inmolado y lo tuvimos por olvidado.
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Autor:
Damián faune ponts (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 13 de diciembre de 2025 a las 13:00
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 1

Offline)
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