LA NUBE

Daniii_Farías

 

 

La nube nace donde el cielo suspira,

como un pensamiento blanco que se escapa del universo

cuando el silencio quiere decir algo

pero no encuentra palabras.

 

Es un pedazo de luz que se olvidó de caer,

una memoria que no sabe si es lluvia,

o si es sólo un sueño que flota

para que el mundo recuerde

que incluso lo que parece liviano

también carga con su propio peso.

 

A veces la miro y siento

que es igual que un corazón cansado:

cambia de forma para no quebrarse,

se estira, se encoge, se disfraza de tormenta,

o de algodón suave

cuando quiere que el viento la abrace despacio.

 

La nube es una viajera sin mapas,

una errante del cielo

que no necesita permiso para irse

ni explicaciones para volver.

Se la lleva el viento, sí,

pero siempre vuelve distinta,

como vuelven distintas las personas

que han aprendido a perder y a seguir.

 

Cuando oscurece, la nube guarda rayos,

secretos que arden, palabras no dicha,

rabias que no estallan por miedo a herir.

Cuando amanece, es tan frágil

que parece que un suspiro podría romperla,

pero ni el sol más terco

logra desaparecerla del todo:

siempre queda un hilo,

una sombra,

una promesa mínima de que sigue ahí.

 

A mí me enseñó que todo lo que sube

tarde o temprano llora,

que toda caída es una forma de volver al suelo

para que algo nuevo crezca.

Porque cuando la nube suelta su carga,

no es dolor:

es liberación.

Y la lluvia que deja caer

no es derrota:

es siembra.

 

La nube también se enamora,

aunque nadie lo diga.

Se junta con otras,

se abraza en silencio en la altura,

y juntas inventan cielos

que el mundo mira sin darse cuenta

de que son dos almas revoloteando

para no sentirse solas.

 

Y cuando el viento las separa,

ellas no pelean:

saben que así es la vida.

Se alejan despacito,

como quien se despide sin perder la ternura,

dejando en el aire un borde blanco

que aún recuerda el abrazo.

 

Por eso cada vez que levanto la vista

y la veo cruzar el cielo,

siento que la nube me habla.

Me dice que no me aferre,

que lo que es verdadero vuelve,

que lo que duele se transforma,

y que aunque parezca que ando perdido,

siempre habrá un lugar donde descansar,

aunque sea suspendido

entre el viento y el infinito.

 

La nube es un espejo del alma:

cambia, se mueve, se rompe, se recompone.

Pero nunca deja de ser nube,

y nunca deja de intentar

alcanzar un cielo más alto.

LA NUBE

 

La nube nace donde el cielo suspira,

como un pensamiento blanco que se escapa del universo

cuando el silencio quiere decir algo

pero no encuentra palabras.

 

Es un pedazo de luz que se olvidó de caer,

una memoria que no sabe si es lluvia,

o si es sólo un sueño que flota

para que el mundo recuerde

que incluso lo que parece liviano

también carga con su propio peso.

 

A veces la miro y siento

que es igual que un corazón cansado:

cambia de forma para no quebrarse,

se estira, se encoge, se disfraza de tormenta,

o de algodón suave

cuando quiere que el viento la abrace despacio.

 

La nube es una viajera sin mapas,

una errante del cielo

que no necesita permiso para irse

ni explicaciones para volver.

Se la lleva el viento, sí,

pero siempre vuelve distinta,

como vuelven distintas las personas

que han aprendido a perder y a seguir.

 

Cuando oscurece, la nube guarda rayos,

secretos que arden, palabras no dicha,

rabias que no estallan por miedo a herir.

Cuando amanece, es tan frágil

que parece que un suspiro podría romperla,

pero ni el sol más terco

logra desaparecerla del todo:

siempre queda un hilo,

una sombra,

una promesa mínima de que sigue ahí.

 

A mí me enseñó que todo lo que sube

tarde o temprano llora,

que toda caída es una forma de volver al suelo

para que algo nuevo crezca.

Porque cuando la nube suelta su carga,

no es dolor:

es liberación.

Y la lluvia que deja caer

no es derrota:

es siembra.

 

La nube también se enamora,

aunque nadie lo diga.

Se junta con otras,

se abraza en silencio en la altura,

y juntas inventan cielos

que el mundo mira sin darse cuenta

de que son dos almas revoloteando

para no sentirse solas.

 

Y cuando el viento las separa,

ellas no pelean:

saben que así es la vida.

Se alejan despacito,

como quien se despide sin perder la ternura,

dejando en el aire un borde blanco

que aún recuerda el abrazo.

 

Por eso cada vez que levanto la vista

y la veo cruzar el cielo,

siento que la nube me habla.

Me dice que no me aferre,

que lo que es verdadero vuelve,

que lo que duele se transforma,

y que aunque parezca que ando perdido,

siempre habrá un lugar donde descansar,

aunque sea suspendido

entre el viento y el infinito.

 

La nube es un espejo del alma:

cambia, se mueve, se rompe, se recompone.

Pero nunca deja de ser nube,

y nunca deja de intentar

alcanzar un cielo más alto.

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  • Autor: Daniii (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 1 de diciembre de 2025 a las 10:23
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 0
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