En las escarpadas laderas
de los cerros de Santa Rita,
se puede disfrutar de un paisaje,
donde la Viña es la reina.
Recuerdo que adolescente
fuimos a caminar
por ese cordón
de cerros precordilleranos.
Los más habituales
eran los cerros de El Rulo,
al costado del camino
Padre Hurtado.
El ambiente era reseco
y las yerbas que crecen libres,
el verano ya la había tocado
con su varita amarilla.
Los Espinos sensoriales
estaban allí, como hace mil años:
Espinosos, verdes y con sus semillas
enclaustradas en esas formas sonoras.
Recuerdo las arañas pollito
y los líquenes pegados
en las grandes rocas,
donde escudriñabamos lo nativo.
El plano estaba habitado
por mil casas desordenadas,
que los perros cuidaban
con celoso brío.
Había carretones con caballos,
patos, gallinas y gatos
en todos los hogares.
Era gente campesina.
Se veía a los hombres
calzados con ojotas
manteniendo la huerta:
Porotos, sandías y melones.
Era marzo y todo parecía cosechado,
pero desde el faldeo de esos cerros
se podía observar algunas sandías,
de bajo calibre, que dormían al sol.
Hasta allí nos acercábamos
transpirando bajo el cielo tórrido…
Una sandía sonreía
y nos regalaba su corazón rojo.
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Autor:
edgardo vilches (
Online) - Publicado: 26 de noviembre de 2025 a las 11:24
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 1

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