Llego de vez en cuando y de vez en cuando me voy.
Todas los días se sentaban en el mismo banco, su banco. Él esperaba que ella se sentara para luego acomodarse a su lado. Sonreían. Y comenzaba lo que era una especie de rito, una habitualidad. Ella: ¿Qué hay allá enfrente? Él: A la derecha la Municipalidad, hasta la otra esquina. Volviendo y cruzando la calle Fuerte Independencia, la Parroquia del Santísimo Sacramento, luego la escuela Uno. Hay rumores de chiquitos, le dice ella. Sí, asiente el muchacho, están saliendo los niños del turno mañana.
Se quedan un rato en silencio para luego levantarse y salir hacia la calle Rodríguez. El chico la lleva delicadamente del brazo. Unos pasos más adelante le comenta: Por aquí, entre toda esta arboleda, había un palo borracho, me costaba encontrarlo cuando niño, imagínate ahora. Ríen con ganas y como un accionar normal y de rutina, como si fuera un brindis a ras del suelo, entrechocan sus bastones blancos para volver a reír.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.

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