Al borde ya del ocaso, vida mía,
te doy gracias, con alma enternecida,
pues jamás sembraste falsa alegría,
ni injusta labor, ni pena inmerecida.
Al ver el fin de mi sendero agreste,
comprendo que fui artífice y dueño,
de mi destino, constructor honesto,
sembrando dicha, superando el ceño.
Si mieles probé, o hieles amargas,
fue porque yo mismo las sembré,
en mis acciones, mis propias cargas,
rosales planté, y rosas coseché.
Es cierto, el invierno se avecina,
tras mi florida y joven primavera,
pero no juraste, vida divina,
que mayo eterno sería, hechicera.
Noches de pena fueron extensas,
mas nunca ofreciste solo bonanza,
y tuve noches calmas, intensas,
de serena paz y dulce bonanza.
Amé y fui amado, el sol me dio calor,
¡Vida, nada debo! ¡Estamos en paz, Vida!
Mi deuda saldada, sin temor,
con gratitud, mi alma se despide.
-
Autor:
José de Amercal (Seudónimo) (
Online) - Publicado: 15 de noviembre de 2025 a las 11:13
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 5
- Usuarios favoritos de este poema: Jose de amercal, Tommy Duque, Hernán J. Moreyra, Lualpri

Online)
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.