En la plaza
recorrían, con el aire,
notas musicales de misterio.
Un ritmo folclórico
bailaba una alegre,
colmada de gracia,
en lo que parecía su felicidad.
A veces, en el arte,
se finge;
aquella no tenía miedo de su sonrisa.
Atónito a su espectáculo,
la dinámica era un retrato diario:
somos movimiento.
Las rosas en su vestir
mostraban a la flora como hogar.
La tarde caer,
dio paso a interrogante:
cómo alcanzar esa sencillez
sin ser ignorante del quebrar.
Ella rió y atinó
a la cascada más hermosa,
dónde sus piedras cortaban la marcha.
Entendí a la fémina:
sonrisa cristalizada,
delicada pero humana.
No sabía bailar;
dedicó sus energías
a unos pasos más.
La franqueza del cuerpo,
absorto, siguió el instinto
y, atrevería a decir,
me uní a las ventiscas.
Contó la historia
de la rústica de Ruriká.
Compaginada al pueblo
que alababa su danza,
incité a expandir su mágica por el vasto.
Abracé su esencia;
una paz ondeó en mi materia.
Nuevos puntos
a nuestras marchas:
yo la que tenía,
ella la que le enseñé.
Su rítmica,
juramento a la divinidad,
llevada a lugares ajenos.
¡Sigan la cadencia del encanto!
Que se contagien con la Euforiká.
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Autor:
Héktôr Bressot (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 5 de noviembre de 2025 a las 18:27
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 3

Offline)
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