No toda historia de amor nace en la luz. Algunas se gestan en la sombra, donde el mundo aún no ha aprendido a mirar sin cadenas. Él, hijo de noble inglés, criado entre mármoles y decretos, llegó a la costa antillana con los ojos llenos de mundo, pero el alma aún por despertar. Ella, esclava silenciosa, de cabello liso y negro, llevaba en la piel morena el fulgor de los secretos que ni el látigo ni el silencio pudieron borrar.
Cuando sus miradas se cruzaron, no fue el deseo lo que habló primero, sino el reconocimiento. Él vio en ella la libertad que su linaje nunca le enseñó. Ella vio en él la posibilidad de ser nombrada sin dolor. Y así, en un rincón del mundo donde el amor era delito, nació una promesa que desafiaría imperios.
—Por ti abandono mis tierras, mi casa, mi padre viejo —dijo él, no como quien huye, sino como quien elige.
Ella no respondió con palabras, sino con universo: le dio su mundo, su tambor, su raíz.
Juntos partieron hacia Jamaica, dejando atrás decretos y sombras. Allí, entre palmas y cantos, se nombraron sin miedo: él la llamó mi señora, ella le dijo mi sueño.
Pero el amor no basta para detener la marcha del mundo. El oro llamó desde Colón, y con él, la fiebre de los rieles y los sudores. Era el tiempo en que el sol era de acero y el tren prometía horizontes.
Él trabajó en las vías, ella lavaba pañuelos. El sudor fue su corona, la esperanza su sustento. No hubo lujo, pero sí dignidad. No hubo títulos, pero sí legado.
De su unión nacieron hijos con la piel como misterio:
ni blancos ni negros, sino del Caribe entero.
Hijos que no mendigaban existencia,
porque su sola presencia era ya una victoria.
Pero el Imperio no olvida. Un sello llegó, un mandato regio: el caballero debía servir bajo el estandarte.
Se marchó sin despedirse, dejando cartas y besos, dejando su nombre en la brisa y su historia en los ojos nuestros.
Ella no lloró ante el decreto. Lavó pañuelos como quien lava el dolor y sembró en sus hijos la memoria de un amor que no se arrodilla.
No esperó su regreso, porque entendió que algunos amores no vuelven en cuerpo, sino en espíritu. Que hay caballeros que no regresan, pero navegan eternamente en la sangre de sus descendientes.
Hoy, el nieto habla. No desde el lamento, sino desde la herencia.
Lleva en la voz un océano, en el apellido una rebelión, y en el corazón una promesa:
que el mestizaje no es error, sino milagro.
Que la historia no se escribe en decretos, sino en abrazos que desafían el tiempo.
Él es del trópico y del viento, de Martinica y Jamaica, de Colón, donde el mestizo fundó su casa y su raza.
No sabe si el caballero fue recompensado por el rey, pero sabe que en su sangre la libertad se recuerda.
Y que el tambor aún canta, como testigo de un amor que cruzó mares, abolió fronteras, y fundó una patria sin consentimiento ajeno.
— L.T.
10/31/2025
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Autor:
LOURDES TARRATS (
Offline) - Publicado: 31 de octubre de 2025 a las 09:23
- Comentario del autor sobre el poema: Amigos: Con profunda gratitud y emoción comparto con ustedes La Promesa del Mestizaje, una prosa inspirada en La balada del caballero y la dama, poema escrito por nuestra adorada poetiza Elidethbreu y el regalo generoso de Justo Aldu, cuyas sensibilidades y visión nos invitan a contemplar el mestizaje no solo como mezcla de sangres, sino como encuentro de almas, memorias y destino, Esta obra nos envuelve en un abrazo íntimo entre dos figuras que, más allá del tiempo y la historia, encarnan la promesa de una humanidad reconciliada. En su lenguaje poético y evocador, la prosa nos lleva al umbral de lo mítico, donde el amor se convierte en símbolo de integración, y la ternura, en acto de resistencia frente al olvido. Gracias, Justo, por regalarnos esta historia que dignifica nuestras raíces y nos recuerda que la belleza puede nacer del cruce, del contraste, del abrazo entre mundos. Que esta lectura sea un puente entre corazones, y que su resonancia nos inspire a seguir escribiendo desde la verdad, la memoria y la esperanza. Y a ti amiga Elideth, por escribirla.
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 7
- Usuarios favoritos de este poema: Lualpri, JUSTO ALDÚ, Poesía Herética, Mauro Enrique Lopez Z.

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Comentarios2
Hermosas letras, Lourdes.
Gracias al igual que a Elideth y a Justo.
Buenos días! 🤗
Qué hermoso y poderoso relato, lleno de memoria, mestizaje y dignidad. Hay en él un pulso épico que late bajo la ternura, una manera de narrar el amor no como idilio, sino como acto fundacional, casi sagrado. El tono lírico y sobrio se entrelaza con la historia, haciendo de cada imagen —el tambor, el decreto, la brisa, el tren— un símbolo de resistencia y trascendencia. Es un texto que no solo cuenta una historia de amor, el amor de mis abuelos paternos, sino la genealogía de un pueblo que aprendió a amar libremente aun bajo cadenas. En sus líneas, la sangre y la esperanza se reconcilian, y el mestizaje se alza, como bien dices, no en culpa, sino en milagro.
Muchisimas gracias
Saludos
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