No es la dicha un destino de confines remotos,
sino el suave rumor de un presente abrazado;
un eco que resuena en los gestos devotos,
la gratitud que despierta cuando el sol ha asomado.
Se teje en el disfrute de la breve respiración,
en el tesoro diminuto que el hoy nos regala.
Mira el corazón que crece, sin dique ni razón,
se atreve a la risa, sin miedo que lo acalla.
La esperanza le susurra: "No temas el mañana,
que el amanecer es un lienzo aguardando su pincel.
Eres tú la promesa, la luz más soberana,
y el color de la vida aguarda tu pincel."
No busques las grandezas, el oro más inmenso;
la verdad se esconde en el aleteo fugaz,
en el calor de la taza, en el aroma denso,
o en la melodía dulce que te encuentra en la paz.
La sencillez nos invita a contar las perlas dispersas,
los instantes más chicos, de luz propia y única.
Y si un nudo oprime el pecho, con penas adversas,
la libertad nos tiende su mano benéfica.
Nos enseña a soltar la carga invisible y sombría,
a dejar ir lo que lastima, a despojarnos al fin.
Que el alma se haga libre, que encuentre su guía,
sin la sombra ajena que eclipse nuestro jardín.
Y al final del viaje, cuando todo se aquieta,
la dicha es el camino, sin juicio ni espejo.
La paz es la certeza de ser, completa y discreta,
el arte de vivir, de sentir, el ser más viejo.
-
Autor:
Edgardo (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 30 de octubre de 2025 a las 00:24
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 7
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez, El Hombre de la Rosa, Mauro Enrique Lopez Z., Antonio Pais

Offline)
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.