La habitación estaba sumida en la oscuridad, solo iluminada por la luz de la luna que se filtraba a través de la ventana. Ese aire tibio que se crea en la habitación producto del calor corporal de Maritza, el silencio solo era cortado por la respiración pausa de una mujer que duerme luego de un largo día de trabajo. De repente, un grito desgarrador rompió el silencio: "¡Mamita!", Maritza se despertó sobresaltada, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Abrió los ojos, aún torpes producto de su sueño hasta ese momento reparador, miró alrededor de la habitación, tratando de ubicar el origen de aquel grito, fue entonces cuando vio a su hija, Catalina, de pie en la entrada de la puerta, con su pijama blanco, el tiene ositos, aquel que era el favorito de la pequeña niña.
"Mamita, ven por favor", dijo Catalina con una voz temblorosa. "Hay alguien en mi cuarto". Maritza se levantó de la cama y caminó hacia la puerta, aún incrédula de lo que estaba pasando. Cuando llegó al lado de Catalina, se dio cuenta de que algo no estaba bien. La mano de Catalina estaba helada, y sus ojos estaban abiertos de par en par con esa expresión de miedo, aquella que proyectan las personas justo antes de la catástrofe, por un momento Maritza tomo la mano de su hija y camino con ella
"Ven, mamita, mira", dijo Catalina, tirando de la mano de Maritza. "Ves, hay alguien debajo de mi cama". Maritza un poco incrédula se acercó lentamente a aquella cama, desde la cual caía desde un extremo las cobijas color turquesa con mariposas, Maritza se arrodilló y miró debajo de la cama, y fue entonces cuando lo vio. El pequeño oso azul que Catalina había tenido desde que era un bebé, soltando un leve suspiro, acercó su mano aún temblorosa por lo sucedido hasta el momento y suavemente tomo al pequeño osito, el mismo que había sido enterrado junto a Catalina cuatro años atrás. El oso que había sido su compañero constante, su confidente, su amigo.
Maritza sintió que su corazón se detenía. No podía creer lo que estaba viendo. El oso azul estaba exactamente en el mismo lugar donde Catalina lo había dejado aquella noche, como si estuviera esperándola, aquel oso era un duro recordatorio de lo que habia pasado con Catalina, Maritza se quedó paralizada, incapaz de moverse o hablar. Y cuando finalmente logró girar la cabeza para mirar a su hija, se dio cuenta de que Catalina había desaparecido.
La habitación estaba vacía, y el silencio era ensordecedor, el único sonido capaz de romper aquel silencio fue el fuerte latido del corazon de la pobre madre, Maritza se quedó allí, arrodillada en el suelo, con lágrimas en los ojos, con el corazón destrozado y la mente llena de preguntas.
¿Qué había pasado?,
¿Por qué el oso azul había vuelto?¿Dónde estaba Catalina?...
"No siempre las noches silenciosas son las más tranquilas"
Fénix.-/
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Autor:
Fénix (Seudónimo) (
Online) - Publicado: 28 de octubre de 2025 a las 00:03
- Comentario del autor sobre el poema: Hay momentos que se escapan de nuestra realidad... Dedicadas a aquellas madres que hemos perdido un hijo.
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 1

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