Hay seres
—no les llaméis poetas, no tan pronto—
que cargan en la carne
una astilla que no sale.
Una voz que no es suya,
pero tampoco ajena.
—no les llaméis poetas, no tan pronto—
que cargan en la carne
una astilla que no sale.
Una voz que no es suya,
pero tampoco ajena.
No hablan por gusto.
Hablan porque si callaran,
la fiebre les devoraría desde dentro.
Hablan porque si callaran,
la fiebre les devoraría desde dentro.
Van por la vida sin escudo,
sin instrucciones.
Pierden las llaves, los trenes,
los nombres.
Pero jamás la mirada.
Esa maldita mirada que ve
lo que otros no toleran ver:
lo roto, lo que no encaja,
lo que no se vende.
sin instrucciones.
Pierden las llaves, los trenes,
los nombres.
Pero jamás la mirada.
Esa maldita mirada que ve
lo que otros no toleran ver:
lo roto, lo que no encaja,
lo que no se vende.
No soportan las multitudes,
ni los brindis con palabras huecas.
Se esconden en servilletas,
en tachones, en listas que nadie leerá.
Llaman a eso arte.
Pero es un conjuro.
Un modo de no pudrirse del todo.
ni los brindis con palabras huecas.
Se esconden en servilletas,
en tachones, en listas que nadie leerá.
Llaman a eso arte.
Pero es un conjuro.
Un modo de no pudrirse del todo.
No buscan likes.
Buscan a alguien que a las tres de la mañana
se quede sin aire y diga:
“Mierda, yo también.”
Buscan a alguien que a las tres de la mañana
se quede sin aire y diga:
“Mierda, yo también.”
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Autor:
Isidora Luna (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 20 de octubre de 2025 a las 19:31
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 5
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