Ya casi se siente la brisa suave de noviembre, y espero tu llegada nuevamente, madrina mía,
con tu vestido blanco y tu sonrisa llena de alegría, como antes, cuando vivías.
Desde el cielo cuidas las heridas de mi alma. Dolores, tu nombre no dolía:
era cálido, era alegría.
Aún escucho tu voz diciéndome:
“Sé valiente, hijita”. Y aunque mi uniforme blanco aún espera su día, sé que me ves, orgullosa, desde un rincón al lado del sol.
No estás ausente, madrina querida, solo cambiaste de casa: de mi vida al cielo pasaste, y desde ahí me guías.
Porque una enfermera nunca muere, solo sana… desde otra orilla.
-
Autor:
Lilia Rodríguez (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 17 de octubre de 2025 a las 12:16
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 38
- Usuarios favoritos de este poema: EmilianoDR, Poesía Herética, alicia perez hernandez, Llaneza, ElidethAbreu, Mauro Enrique Lopez Z., Lualpri, Mael Lorens, El Hombre de la Rosa, Mª Pilar Luna Calvo, JoseAn100

Offline)
Comentarios2
Gracias Lilia y en esa otra orilla no hay enfermedad ni dolor. Comienza la vida.
Saludos 👋
No hay duda que la personas especiales en la vida
dejan h.uellas marcadas que nunca se olvidan
Preciosos versos que marcan recuerdos de alguienmuy querido
Con mucho cariño
JAVIER
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.