¡Qué ojos tan tristes!

Lis Lucas Pérez

Ceniza tenía por capa, y la robó el canto de las calles,    

perdió entonces, en un cruce de inviernos, la hoguera su débil simiente,

con nicotina por alas, un ángel de tierras que tiritan de sueño,

y que, sin calor en sus ríos, sólo tienen por sudor aguardiente.

 

Pero las lágrimas no escuecen menos, y las sombras de lo que algún día soñaron me acabarán matando si siguen mirándome con esos ojos tan tristes.

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