Tras superar el maleficio del "Corazón Helado", Titania había transformado sus inoportunas torpezas en conmovedores aciertos. Su floreciente reputación llegó a oídos de Elikoldo, el Guardián de las Estrellas. Este ser de larga estirpe era un majestuoso búho de blanco inmaculado, cuyos ojos reflejaban la sabiduría de los siglos. Su excelsa misión consistía en vigilar los Cristales de la Luna, unas formaciones luminosas que crecían en las cuevas más profundas del Bosque Nevado. Estos cristales solían encenderse con Luna llena, sirviendo de guía a las criaturas perdidas.
Sin embargo, hacía un tiempo que los Cristales se habían apagado. Un silencio misterioso había ensombrecido las cuevas. Los otros guardianes, incapaces de comprender la causa del apagón, no pudieron enmendar aquella tragedia que incrementaba la oscuridad de los caminos. Elikoldo, abrumado por el fracaso, se sentía inútil y desesperanzado.
Titania, alertada por las criaturas de la superficie, se aventuró a entrar en las profundidades de la cueva. Allí encontró a Elikoldo acurrucado en el suelo, con sus plumas desordenadas y una mirada ausente. No mostraba ningún signo de enfermedad, solo una profunda melancolía. Otras hadas habían intentado reanimarlo con sus artes más eficaces para que se levantara y reanudara su tarea de mantener encendidos los cristales, pero todo esfuerzo había resultado en vano.
Titania se sentó con calma junto al búho, acariciando suavemente su cabeza. Descartó usar su varita, aún a medio arreglar tras el remiendo provisional del leñador, y decidió probar otra forma de ayuda.
—Elikoldo, dime qué te consume —susurró Titania, su voz tan ligera y amable como el aleteo de una mariposa.
El búho levantó su nívea cabeza. Sus grandes ojos ambarinos, llenos de pesar, se fijaron en ella.
—Siento un vacío, pequeña Titania —respondió con un ulular apenas audible—. soy un guardián apagado, un ave vieja y tonta incapaz de cumplir con su cometido. Los cristales se apagaron y mi buen espíritu se fue con ellos.
—Los cristales callan, es cierto —dijo Titania con una leve sonrisa, sin quitar la mano de su cabeza—. Pero las estrellas siguen ahí, ¿verdad? ¿Acaso han dejado de existir solo porque tú no puedes verlas en este momento? Tú eres el principal Guardián de las Estrellas, Elikoldo. ¡Anímate! No te rindas. Podemos encontrar una solución. Juntos vamos a intentarlo. Mira. Observa qué belleza nos muestra el Cosmos.
Titania se enderezó y, con unos trazos delicados de su frágil varita, comenzó a dibujar sobre la roca húmeda del suelo unas réplicas exactas de las constelaciones: Casiopea, los dos Carros, el Lince, la casa de Cefeo… las mismas que Elikoldo había memorizado durante milenios. Titania le mostró que, incluso en la oscuridad de la cueva, las estrellas seguían brillando en toda la bóveda celeste.
-¿Ves qué maravilloso es nuestro Universo, querido búho? Te necesitamos. No te des por vencido. Te lo digo yo, que, aunque no soy un hada perfecta, continúo mejorando. Ten en cuenta mis estrepitosos fracasos y aprendamos a sonreír.
¿Recuerdas cuando intenté participar en el concurso anual de vuelo rápido?”. En plena carrera, me crucé con Gerencio, el ruiseñor mensajero y, para evitar derribarlo, me desvié de la trazada y choqué estrepitosamente contra la copa del Gran Alerce. Todos los habitantes del bosque se morían de la risa. Resultó bastante cómico y humillante, la verdad. Pero, bien pensado, fue una acción noble para evitar lastimarlo. Me conformo con eso. Lo importante es servir de ayuda a los demás, sin importar nuestro orgullo personal.
Elikoldo prestaba atención; un ligero atisbo de sonrisa se dibujó en su pico y un destello parecía regresar a su mirada.
Cuando Titania terminó, esbozando un gesto de satisfacción, Elikoldo se levantó. Con el ánimo renovado se acercó a los cristales. Sus ojos, ahora llenos del esplendor de antaño, captaron un rayo de luna que se filtraba por una grieta en la bóveda de piedra. El Gran Búho se liberó de su melancolía y dirigió ese haz luminoso hacia los cristales que comenzaron a resplandecer después de tanto tiempo oscurecidos.
Las formaciones iridiscentes destellaron en las constelaciones que Titania había dibujado en el suelo, reconociendo la imprescindible labor de su guardián.
El verdadero resplandor no siempre reside en los grandes artificios deslumbrantes. A veces es obra de la paciente comprensión de un amigo que nos recuerda nuestra propia fuerza interior para superar cualquier obstáculo.
*Autores: Nelaery & Salva Carrion
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Autor:
Nelaery (
Offline)
- Publicado: 8 de octubre de 2025 a las 08:59
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 31
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Comentarios9
Nelaery
Aunque algo torpe, nuestra hada Titania tiene un gran corazón.
Un beso y un poco más.
🦋🦋🦋
Sin duda.
Dos besos.
🦋🦋🦋
Hola estimada Nelaery, muchas gracias por compartir la quinta parte de Titania, un placer leerte. Buena dupla creativa para este cuento poético. Un abrazo fraterno
Muchas gracias por tu amable comentario, Hernán.
Muy bienvenido.
Un abrazo fraterno.
interesante esta peripecia del Hada Titania, y el hermoso Búho Elikoldo , gracias poetas por tan bellas historias
gracias por compartir
Las formaciones iridiscentes destellaron en las constelaciones que Titania había dibujado en el suelo, reconociendo la imprescindible labor de su guardián.
El verdadero resplandor no siempre reside en los grandes artificios deslumbrantes. A veces es obra de la paciente comprensión de un amigo que nos recuerda nuestra propia fuerza interior para superar cualquier obstáculo.
besos besos
MISHA
lg
Muchas gracias, Misha.
Encantada de que te haya gustado este capítulo.
Besos.
El verdadero resplandor no siempre reside en los grandes artificios deslumbrantes. A veces es obra de la paciente comprensión de un amigo que nos recuerda nuestra propia fuerza interior para superar cualquier obstáculo.
....
De DIEZ tu obra poética y cierras ESPECTACULAR. Abrazos y saludos poeta
Encantada de que te haya gustado, Alicia.
Muchas gracias.
Un abrazo.
Gracias poetas y amigos.
Hacen un dúo perfecto y que mar de letras suman. Me ha gustado muchísimo.
Saludos 👋
Muchas gracias por tu hermoso comentario, Emiliano.
Me agrada que te haya gustado.
Saludos.
Emiliano
Gracias por leer y comentar.
Un abrazo
La historia despliega una poética del renacer, donde la oscuridad no se combate con fuerza, sino con empatía: el gesto de Titania al dibujar las constelaciones es, en sí mismo, un acto de amor ilustrado, una metáfora de cómo el alma puede volver a brillar recordando su origen. El ritmo narrativo mantiene la dulzura del cuento clásico, pero su mensaje es profundamente contemporáneo: recordarnos que incluso la sabiduría necesita del aliento ajeno para no extinguirse.
Al final, la iluminación de los cristales no solo simboliza el retorno de la esperanza, sino también la unión entre dos almas nobles que, al comprenderse, reencendieron el universo desde la humildad de una cueva. Una narración bellísima, de resonancia emocional y filosófica, que deja al lector con la sensación de haber asistido al resurgir de la fe —no en la magia, sino en la bondad.
Mis respetos para los autores. Nelaery y Salva Carrión.
Saludos
Muchas gracias por tu detallado y muy reflexivo comentario, Justo.
Has dado en el clavo con lo que queríamos transmitir.
Saludos.
Justo, amigo poeta
Gracias a ti por leer y comentar.
Un abrazo
Ustedes siempre dejan buenas imagenes al lector con sus textos.
Saludos.
Queridos Nelaery y Salva,
Hay historias que no se leen: se sienten.
Y hay personajes —como Titania—
que no se limitan a existir en el papel:
habitan un lugar profundo donde la bondad
no es un gesto, sino una forma de estar en el mundo.
Aquí, la magia no viene de los hechizos.
No nace del poder, sino de la ternura.
Titania no necesita una varita en buen estado para obrar milagros:
le basta su voz paciente,
su presencia humilde,
su manera tan singular de hacer que hasta un búho milenario
recupere la fe al contemplar dibujos en una piedra húmeda.
Tu relato nos recuerda que la compasión no es solo virtud:
es resistencia frente al desaliento,
es memoria de lo que aún puede brillar,
es la suave sabiduría de quien sabe esperar sin imponer.
Titania no cura a Elikoldo con fórmulas,
sino con la nobleza tranquila
de quien ha aprendido de sus propias caídas
a ofrecer consuelo sin juicio,
y esperanza sin estridencia.
Y en ese gesto —en ese pequeño acto de acompañar en la sombra—
se revela algo mucho más profundo que cualquier conjuro:
la certeza de que el mundo aún tiene salvación
mientras existan almas como la suya,
capaces de encender lo que parecía perdido
con solo recordar
que el amor —cuando es genuino—
también ilumina.
Gracias por esta historia que no enseña, sino que acompaña.
Y gracias, sobre todo, por regalarnos a Titania:
un ser que, sin buscarlo,
nos recuerda que lo más heroico, a veces,
es simplemente quedarse cerca
cuando todo parece apagado.
Un abrazo y cariños,
—LOURDES
10/8/2025
Muchas gracias por tu reflexivo comentario, Lourdes.
Titania es consciente de que no es perfecta. Pero tiene un gran corazón que la hace empatizar con otros seres.
Ha vivido fracasos y comprende la dificultad de conseguir un objetivo. La magia está en su carácter comprensivo y en su empeño en ayudar a otros.
No intenta enseñar, pero aprendemos de ella.
Un abrazo, Lourdes.
Lourdes, amiga poeta
Agradecido por tu lectura y comentario.
Un beso
Y para ti también. Ambos construyen bellos cuentos. Hubiera podido habérselos contado a mis hijos...
Gracias por aportar tan preciosos versos.
Un abrazo,
-LOURDES
Hermoso tu genial y bien escrita prosa literaria estimada poetisa y amiga Bilbaina Nelaery
Saludos desde España
El Hombre de la Rosa
Muchas gracias por tu siempre amable conentario, Críspulo.
Un abrazo fraterno.
Muchas gracias, Nelaery y Salva, por este bello relato, en el cual se puede apreciar una preciosa alegoría, que trasciende la mera narración para erigirse en un compendio de reflexiones filosóficas. En primer lugar, se nos presenta la transformación de Titania, que, de la ineficacia a la integridad, representa la capacidad de superar las dificultades y reconocer el talento latente. En segundo lugar, Elikoldo, quien, «Guardián de las Estrellas, majestuoso búho de blanco inmaculado», personifica la desesperación ante la pérdida de orientación, representada por los cristales empañados, que parecen simbolizar la falta de propósito debido a la «profunda melancolía». Pero la intervención de Titania, caracterizada por su compasiva empatía, revela la esencia del verdadero resplandor. A este respecto, su esencia no radica en la grandiosidad pasajera, sino en la comprensión paciente y el respaldo inquebrantable. De esta manera, la amistad y el reconocimiento de la fortaleza interior son fundamentales para superar cualquier desafío. Por otra parte, la luz, en última instancia, emana del espíritu, de la capacidad de hallar la belleza incluso en la oscuridad, y de recordar que la verdadera guía reside en la conexión humana y la perseverancia.
Un cordial saludo y fuerte abrazo con mi más afectuoso aprecio
Muchas gracias, Juliàn por tu detallado y reflexivo comentario.
Titania usa su fuerza interior y su empatía para solucionar problemas que se presentan como imposibles de resolver en un principio.
Un cordial saludo y un fuerte abrazo.
Javier.
Me alegra que te haya gustado esta lectura.
Un abrazo
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