Beneficios de una memoria fragil.

Vancouver

          Ya no me animo a escribirte, por temor a darme cuenta lo mucho que te deseo, en la piel y en tu olor, en tu tacto y en tu pelo.

 

          No me animo a escribirte por miedo a que vengas, y me digas las cosas que no quiero escuchar. O solo no me animo porque no estas cerca; es que si lo estuvieras, yo no sería el motor de mis acciones, quedaría varado bajo tu credo inconsciente sin saber tú, de tu poder sobre mí.

 

          No me animo a escribirte porque temo que un día lo juegues en mi contra, o peor aún a mi favor. Y entonces me digas las cosas que si quiero escuchar.

 

          No me animo a decirte lo que te quiero y lo desapegado que estoy de vos, no me animo porque si lo hago firmaría con mi prosa tu sentencia, de hacerte entender que nadie podría lo que yo a tu lado.

 

            Entonces espero paciente cada noche, que algún día distraída, caigas otra vez en la tela de la araña, y me regales las sonrisas descuidadas de lo cotidiano y tu pelo despeinado en las mañanas.

 

            No me animo a decirte las veces que te extraño. Porque ya no son justas, porque no distinguen ausencia de presencia, ni la hora del día o de la noche, no me animo porque son como un fantasma que me visita de a ratos jugando a ver si sonrío al recordarte o si maldigo al cielo y a todos los dioses, o los bendigo por hacer que la memoria sea vasta y en ocasiones borrosa, porque de seguro no soportaría ninguno de mis días si pudiera recordar con detalle cada instante de tu piel.

Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.