El viento traspasó mi alma,
me abrió en silencio como un relámpago,
y en tu aroma quedaron suspendidas
las gotas tibias de nuestra tormenta.
Sudábamos como si la lluvia
brotara desde dentro de la tierra,
como si los cuerpos fueran raíces
y el deseo, un árbol que arde.
El río manaba desde tu piel,
desbordado en mis manos,
corría por mis labios
y me inundaba de tu aliento.
Ardía el fuego,
pero no destruía:
construía un templo secreto
en la desnudez de tu cintura.
Y allí, envueltos en un juego de llamas,
la frescura del mundo nos besaba,
y el sudor era canto,
y el roce, infinito.
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Autor:
Wuiliam (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 3 de octubre de 2025 a las 20:19
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 11
- Usuarios favoritos de este poema: jesus alberto porras, Antonio Pais, Carlos Baldelomar, Mauro Enrique Lopez Z., Llaneza

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