Madre, raíz de mi vida,
aunque mares y cielos nos dividan,
tu voz resuena en mi pecho,
campana que nunca se olvida.
Hoy el tiempo es frágil y breve,
cada minuto se vuelve dorado;
cada sonrisa en la pantalla,
tesoro en mi pecho guardado.
Ya no hay horas de sobra,
cada encuentro es un milagro;
cada viaje, cofre cerrado
con tu risa, tu gesto, tu abrazo.
La distancia es un río inmenso,
pero el amor rompe fronteras:
late en Estonia, late en México,
late en mi sangre y mi tierra.
El reloj avanza implacable,
el tiempo se escapa ligero;
pero mientras respires, madre,
haré eterno cada recuerdo.
Y cuando tu hora llegue,
no habrá adiós, solo transformación;
pues lo vivido y amado
será mi herencia y canción.
-
Autor:
Orelac - el Arquitecto Verde (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 3 de octubre de 2025 a las 07:28
- Categoría: familia
- Lecturas: 3
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.