Primera Versión
Madre, raíz de mi vida,
aunque los mares y cielos nos separen,
tu voz me llega intacta,
como campana que nunca calla.
Hoy el tiempo se vuelve frágil,
cada minuto contigo es oro puro;
cada palabra, cada sonrisa en la pantalla,
un tesoro que guardo con celo en mi pecho.
Ya no hay horas de sobra,
cada encuentro es milagro,
cada viaje es un cofre cerrado
donde guardo tu risa, tu gesto, tu abrazo.
La distancia es un río inmenso, lo sé,
pero el amor no entiende de fronteras:
late en Estonia, late en México,
late en mi sangre, late en la tierra.
Sé que el reloj avanza sin tregua,
que el tiempo se escapa entre los dedos;
pero mientras respires, madre,
yo haré de cada instante un recuerdo eterno.
Y cuando llegue tu partida,
no habrá adiós, solo transformación;
pues lo vivido, atesorado y amado,
será mi herencia y mi canción.
Segunda Versión
Madre, raíz de mi vida,
aunque mares y cielos nos dividan,
tu voz resuena en mi pecho,
campana que nunca se olvida.
Hoy el tiempo es frágil y breve,
cada minuto se vuelve dorado;
cada sonrisa en la pantalla,
tesoro en mi pecho guardado.
Ya no hay horas de sobra,
cada encuentro es un milagro;
cada viaje, cofre cerrado
con tu risa, tu gesto, tu abrazo.
La distancia es un río inmenso,
pero el amor rompe fronteras:
late en Estonia, late en México,
late en mi sangre y mi tierra.
El reloj avanza implacable,
el tiempo se escapa ligero;
pero mientras respires, madre,
haré eterno cada recuerdo.
Y cuando tu hora llegue,
no habrá adiós, solo transformación;
pues lo vivido y amado
será mi herencia y canción.