Hubo un tiempo en que los días tenían tu nombre,
y el sol aprendía a salir desde tus ojos.
Los segundos caían suaves como hojas de otoño,
y el mundo parecía real, aunque no lo fuera.
Tus ojos fueron mi amanecer
y tu risa, mi atardecer favorito,
aunque el día terminó,
aún conservo la luz que dejaste en mi cielo.
Pero todo crepúsculo anuncia una despedida,
como el borde sutil entre el sueño y la vigilia.
Y así entendí que los sueños duelen más
que las pesadillas,
porque en ellos vislumbramos
lo que nunca fue...
y lo que nunca será.
Las pesadillas hieren con filo oscuro,
pero al despertar, uno respira.
Los sueños, en cambio,
se quedan atrapados en el pecho,
como un sol que no quiso marcharse,
como un amor que no supo quedarse.
Tu figura aguarda,
como un grito que no alcanza a romper el aire,
como un fuego que no sabe extinguirse.
Te busco en cada atardecer,
en cada sombra que se retira,
pero la respuesta se escurre,
se desvanece en un suspiro,
se convierte en una huella que nunca encontré.
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Autor:
Aethelred Valerius (Seudónimo) (
Online)
- Publicado: 24 de septiembre de 2025 a las 11:38
- Comentario del autor sobre el poema: Trata sobre el dolor de recordar un amor que se ha ido. El sol y la luz representan los buenos tiempos, mientras que el atardecer simboliza el final de la relación. El contraste entre los sueños y las pesadillas muestra que los sueños de un futuro que nunca serán duelen más que las pesadillas, porque son una visión de algo que pudimos tener. La "figura" del poema es el eco de un recuerdo que sigue presente, una búsqueda constante de lo que ya no está. En esencia, es un poema sobre la nostalgia, el anhelo y el duelo por un amor que solo existió en la memoria.
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 1
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z.
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