Descuido

PECH

Nunca creí en el destino hasta que la conocí,

siempre he llevado mi bandera de miserable

y mi amargura atado a mi impávido rostro,

hasta que fui preso de su dulce mirada.

 

Pero mi conciencia comenzó a perseguir

cualquier rayo tenue de esperanza amorosa,

sin embargo, mi corazón de poderoso brío

no se intimidó ante la sensación anhelada.

 

Que alojaron estos sentimientos hacia ella

y por perseguirla me senté detrás suyo

en la guagua, donde contemple la delicadeza

de su cuello desnudo, y su piel labrada.

 

Con caricias de viento, y sus hombros

de perfiles cristalinos, cincelados

cómo lo haría Miguel Ángel o Berlini;

o como yo, para inventar a mi amada.

 

Mi bien, mi amor, una futura mujer que ame 

a este poeta malhumorado de pacotilla,

quién se consuela en los burdeles del centro

y se enamora de tantas letras rimadas.

 

Así como de todo vicio que lo apresa sin duda

y dónde la desdicha golpea su vientre;

para quien no conoce de la muerte y su don

imaginarme con ella es lo que yo necesitaba.

 

Para darle un poco de calidez a mi corazón 

el cual se inflama de indomable pasión

y de palomas que vuelan hacia el cielo.

Yo quería que ella en su manto me cuidara.

 

Y de tanto imaginarme demasiadas cosas

y de hundirme en los mares del ensueño

no me di cuenta que ella ya se había marchado,

que ella, sin dudarlo y sin decir adiós se bajara.

 

Y con el descuido, la fantasía, la sorpresa,

mi corazón se transformó en roca

y de nuevo la miseria inundó mi vida

cuando de la guagua se bajó mi amada.

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