Comienzo por acariciar
la hoja en blanco que quiero llenar
e intento, con fragilidad,
nombrar lo innombrable:
la sensibilidad.
Es escuchar al mudo
y colmar sus oídos con una respuesta tibia
que convoque la conversación.
Es leer la vida de una mujer
en sus canas y en sus arrugas,
expuestas sin prisa:
se muestran, se enseñan, se exhiben…
con calma, con calma.
Es alcanzar, en el beso,
un estado donde tu aire y mi aire
se vuelven un mismo respiro;
dejar que la energía circule por dentro,
exalte y encienda los cuerpos,
meras moradas del alma.
Es apreciar los olores de un domingo
en la plaza llena de vida y
distinguirlos a cada paso que das;
separar cada aroma
de la mezcla que me inunda en cada respiro;
perderme en el cielo
y encontrarme de nuevo,
sentado en la tierra.
Es oler los colores y ver la música;
palpar una imagen, oír a la luna,
llorar con la lluvia, escuchar al sol
y bailar con él.
Es llenarme de alegría y, entonces,
llorar, reír, suspirar, tocar.
Besar, oler, ver; reír y llorar; suspirar,
tocar, besar, amar: volver a sentir.
Sentir…
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Autor:
Orelac - el Arquitecto Verde (Seudónimo) (
Online)
- Publicado: 9 de septiembre de 2025 a las 12:04
- Comentario del autor sobre el poema: Escribí este texto cuando era joven, probablemente en mis dieciocho o diecinueve años. José Mario Calero Vizcaíno e Inteligencia Artificial
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 2
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