Agua que ruge en cántico de espumas,
sal que devora el labio de la piedra,
brava marea que jamás se arredra,
y en cada ola cincela nuevas brumas.
Tu cuerpo azota, rompe, no rezuma;
no eres caricia, sino voz que medra
en cada grieta, en cada roca negra,
diosa sin tregua, blancura sin pluma.
No hay sed que te soporte ni te dome,
ni altar que no se quiebre en tu presencia,
ni rito que te encierre o te renombre.
Eres la sal, la furia, la sentencia
del mar que en su ritual jamás se asome
a la dulzura: sólo a su violencia.
Annabeth Aparicio de León
Todos los derechos reservados©
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Autor:
Annabeth de León (Seudónimo) (
Online)
- Publicado: 5 de septiembre de 2025 a las 16:18
- Categoría: Naturaleza
- Lecturas: 1
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