Tempestad
Leonardo Gutiérrez Berdejo
Cabalgan en la noche,
hasta perderse en el horizonte,
montan en agrestes corceles de fuego,
para estallar luego
en tropel indómito de furiosas lides.
Desbordados se extienden
desde las tierras nacientes
hasta el opulento oeste,
desde los lamentos del sur
hacia el helado norte
para perderse fieros en la nada del cielo.
Retumban amenazantes
latigazos encendidos,
multiplicados tantas veces
hasta sumirnos en el miedo,
fundidos en el más allá;
son cientos de soles
y cientos de oscuras noches
que, aunque airosas,
cabalgan desafiantes
con el viento a su lado
mientras caen encendidos
en el inerme suelo los soles de fuego.
Se estremecen los colosos,
abiertos al espacio y al viento,
unos caen derrotados
otros retan el ruido y el viento
mientras el eco centelleante
se extiende cual furia a otros cielos.
¿Quién detiene ese tropel nocturno,
de fuego y de truenos?
Impotentes solo escuchamos,
inermes nos miramos tú y yo,
cubiertos con el abrigo del miedo,
frente a ese cabalgar del trueno,
por ese cabalgar de fuego
que corre furioso
hasta la inmensidad del cielo,
mientras la noche
camina lenta,
parece detenerse
en su largo camino hacia el infinito,
en tanto que, tú y yo, nos arropamos
con la soledad de la noche
y con un abrazo de temor helado.
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Autor:
Leo (Seudónimo) (
Online)
- Publicado: 1 de septiembre de 2025 a las 07:57
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 4
Comentarios1
Cierta vez, durante la medianoche de cualquier día de octubre, en mi casa alejada del pueblo, viví esta experiencia tenebrosa de una tempestad al lado de mi esposa. Despertamos sin saber qué hacer frente a la amenaza. No quisiera vivirla nuevamente.
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