Soneto: a una vela muerta que pretende reavivar su llama.

Ángel Ruiz Egea

La vez que fuiste luminosa cumbre

en aquel pedestal de blanca cera,

creístete inmortal, mas la postrera

negrura te ciñió su pesadumbre.

 

Hundiose la materia en mansedumbre,

y la mecha, yaciendo ya a la vera

de su gastada roca, así quisiera

volver a arder, fogosa en su costumbre.

 

Por tantas veces el fulgor llamado

de la vida, que por su aclamación

otras tantas de nuevo va y se muere.

 

Oscuro epílogo de aquel legado,

ansí nos lo recuerda el corazón:

todo se gasta y pierde si viviere.

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