La escalinata
I
La escalinata, bisagra de la hora presente y del tiempo futuro, abre el ser y el no ser de la cotidianidad. Es, en sí, el sube y baja que cincela cada instante, al anochecer y al despertar, tras las quimeras por taladrar, a la luz de la insistencia.
Ella me permite ir a mi cuarto y una vez allí, según la hora, desplegar una agenda. Algunas veces veo películas, otras leo y escribo, hasta dormir. En su seno bendito hablo con Dios y le entrego mi devoción. Dialogo con familiares y amigos, enalteciendo sentimientos y apegos.
Mi cuarto es una sala situacional de estrategias que me guían ante los retos de cada sol y de cada luna. Es la zona de confort de planes e ilusiones, de un mejor porvenir que avizoro y siento.
Es, además, un punto de encuentro conmigo y con mis querencias. Es el hábitat de mis reflexiones y de mis creaciones. Es un salón lleno de armonía y estabilidad, que inspira. Es la fronda idónea de las musas que fecundan poesías y escritos.
En el tiempo pasado fue el espacio de la pasión desenfrenada procreadora de la libertad de germinar nuevas vidas con la mujer amada, graduandose luego de madre y floreando la casa de hijos y nietos.
Ahora es epicentro de adherencia con la soledad, compañía sublime que musita amor y tranquilidad.
Cuando estoy arriba y decido bajar, nunca desciendo, porque voy recargado de sueños de amor que me mantienen erguido, pensando nuevas formas de ser.
Desde mi cuarto, sueño y soy. Peldaño a peldaño, desescalo. Veo el horizonte, me elevo y surco cielos, volando sobre la ciudad. Abajo mi terruño, ese que añoro por su calidez. Este es mi hogar. Llego cansado y, en el sosiego de la noche, sueño. Por la mañana, me deslizo suavemente hacia el primer nivel, miro a los lados, agarro fuerza y despego.
Mi cuarto es mi casa, mi casa es mi cuarto, ambos se fusionan y se alebrestan, se elevan, porque volar es la utopía libre y posible que da paz y sosiego, en tanto suspiro un mundo mejor, más justo y más humano, que, allá o acá, se gesta para de nuevo empezar.
II
Cuando llego a casa huele a dulzura, el aroma de café se funde en la soledad que me acompaña, ella, serena, ilumina de paz el momento sagrado de la catarsis.
Unos sorbos de café anteceden la subida de la escalinata, paso a paso lo hago, escuchandose su ritmo: tac tac tac tac... Me detengo en el descanso, me persigno ante el altar del rincón de la abuela. Allí están las fotos de Mamá, Papá y de mi hermano, Andresito. También una botella cubierta de un bordado multicolor que me regaló mi tía Ligia. Es un lugar de fe y recuerdos familiares, que refleja el significado de la vida y de la muerte, que nos indica la verdad de que nada dura para siempre, pero en esa triste realidad, el legado sigue siendo obra que pincela óleos de amores inolvidables. Entonces rezo y pido a Dios, a San Rafael Arcángel y su dulce compañía, colmen de luz la senda a seguir. Continúo y llegó de nuevo a la habitación a dudar, a pensar y a existir.
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Autor:
Rafael Parra Barrios (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 24 de agosto de 2025 a las 22:30
- Comentario del autor sobre el poema: Saludos amigos y poetas del alma. Estas letras reflejan que la vida es como una escalinata, que subimos y bajamos, siempre tras un propósito. Los invito a leerla!
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 5
- Usuarios favoritos de este poema: Rafael Parra Barrios, Mauro Enrique Lopez Z.
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