Ayer la muerte me habló.
Vestida de blanco,
su asiento tomó.
Su mano de porcelana
la mesa acarició,
con el movimiento lento
y vacío de un cascarón.
Mirada inquisidora.
Ojos de muñeca.
Me miran ahora.
No sufro de miedo;
ante ti me doblego.
Anillos de plata
adornan sus dedos.
Hilos de seda,
sus pestañas.
Puntadas de oro,
su vestido.
Momento divino,
se vuelve cristalino.
No es el fin del camino.
No es cuestión de instinto:
será el destino.
—¿No temes a la desconocida?
su boca susurró.
—No eres fatalidad,
de mi boca salió.
Tu vieja presencia
siempre me acompañó.
Soy parte de ti,
como tú lo eres de mí.
Somos la misma semilla...
mors et vita.
Soy el futuro
en la cara de tu espejo.
Cada segundo que pasa
es mi reflejo.
Y en mi respira.
Rubén Romero Toledo © 2025 todos los derechos reservados
-
Autor:
_Incipiens_ (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 18 de agosto de 2025 a las 15:15
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 22
- Usuarios favoritos de este poema: MISHA lg, EmilianoDR, Santiago Alboherna, Roberto D. Yoro, Mauro Enrique Lopez Z., alicia perez hernandez, Hernán J. Moreyra, JUSTO ALDÚ

Offline)
Comentarios5
la aceptación no es fácil pero asi es poeta
gracias por compartir
Tu vieja presencia
siempre me acompañó.
Soy parte de ti,
como tú lo eres de mí.
Somos la misma semilla...
mors et vita.
besos besos
MISHA
lg
Muchísimas gracias Misha, cierto que no es fácil aceptarlo.
Un saludo.
Tu vieja presencia
siempre me acompañó.
Soy parte de ti,
como tú lo eres de mí.
Somos la misma semilla...
mors et vita.
Saludos poeta _Incipiens_
Muchas gracias por comentar, te lo agradezco mucho.
🙋♂️👍
Que bien que has hablado con esa temida dama sin tener miedo . Me has gustado muchísimo.
Saludos cordiales y que sigan los encuentros.
Muchísimas gracias! Todo un alago viniendo de ti. Nos seguiremos leyendo seguro.
Un saludo.
Seguimos en contacto poeta.
quizás morir sea seguir vivo en otro lado ...
Seguro que sí. Gracias por comentar.
Un saludo.
Este poema encarna un diálogo íntimo con la muerte, despojada aquí del terror habitual para presentarse como figura delicada, casi ceremonial, vestida de blanco y con ornamentos preciosos.
La imaginería —manos de porcelana, hilos de seda, puntadas de oro— convierte a la muerte en una presencia estética, ambigua, al mismo tiempo fría y sublime. El desenlace revela la paradoja esencial: la muerte no está al final, sino respirando en cada instante, espejo inevitable del tiempo. Un texto que conjuga misterio y aceptación con un tono sereno y filosófico.
Un placer visitar tu espacio Rubèn.,
Gracias por el análisis y dejar siempre un comentario!.
Un abrazo.
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.