_Incipiens_

La Desconocida

Ayer la muerte me habló.

Vestida de blanco,

su asiento tomó.

 

Su mano de porcelana

la mesa acarició,

con el movimiento lento

y vacío de un cascarón.

 

Mirada inquisidora.

Ojos de muñeca.

Me miran ahora.

 

No sufro de miedo;

ante ti me doblego.

 

Anillos de plata

adornan sus dedos.

Hilos de seda,

sus pestañas.

Puntadas de oro,

su vestido.

 

Momento divino,

se vuelve cristalino.

No es el fin del camino.

No es cuestión de instinto:

será el destino.

 

—¿No temes a la desconocida?

su boca susurró.

—No eres fatalidad,

de mi boca salió.

 

Tu vieja presencia

siempre me acompañó.

Soy parte de ti,

como tú lo eres de mí.

Somos la misma semilla...

mors et vita.

 

Soy el futuro

en la cara de tu espejo.

Cada segundo que pasa

es mi reflejo.

Y en mi respira.

Rubén Romero Toledo © 2025 todos los derechos reservados